Caldenseñismo/ Manizaleñismo
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Por John Sajje
James Truslow
Adams, fue un escritor estadounidense, financiero de profesión, también fue
historiador aficionado y además escritor. Combinando la escritura y la
historia, ganó un premio Pulitzer por un libro titulado “La épica de América”,
en 1931. En él, se acuñó el término sueño americano, dándole además significado
y sentido. Según Adams, el sueño americano es:
“Ese sueño de una tierra en la que la vida
debe ser mejor y más rica y más llena para todos, con oportunidades para cada
uno de acuerdo a sus habilidades y hazañas. Es un sueño difícil de interpretar
adecuadamente para las clases altas europeas, y muchos de nosotros mismos nos
hemos cansado de él y hemos desconfiado. No es simplemente un sueño de coches y
altos salarios, sino un sueño de un orden social en el que a cada hombre y a
cada mujer debe permitírsele alcanzar la más alta cota de la que sean capaces
innatamente, y ser reconocidos por otros por aquello que son,
independientemente de las circunstancias fortuitas de su origen o posición”.
Asistimos sin rubor a la politización de la tragedia, a la hipervulnerabilidad social originada en
las verdades a medias, a la entronización de la mala fe con razones regresivas como
una forma de apartheid ideológico, que debilita las instituciones de manera
cínica. Con ataques ominosos a líderes sociales en aras de diseminar ruinosas y
falsas soluciones. Razón para que exista, en los ciudadanos de a pie, un
imperativo moral de nombrar las verdaderas raíces de esta crisis social, con
soluciones intersectoriales, que cierren de una vez por todas las puertas por
donde se intentan colar tan predecibles
y perversos fines.
La gente aún está
atrapada en el desconcierto. Gente que queriendo hablar con honestidad acerca
de qué fomenta y es el origen. Esta época de ataques seriales a la democracia, se
estrella contra el muro de la indiferencia, en ese territorio de la mentira
emotiva, que ahora llaman posverdad - hija de posmodernismo y la relatividad-
que se alimenta con la gasolina de las redes sociales mal utilizadas o mejor,
como arma arrojadiza de la mentira. Esta trama que se inició en el 2008 con la crisis financiera, “toxificó” las
estructuras sociales y generó más crecimiento de la desigualdad de ingresos;
desde entonces, el abismo entre ricos y
pobres ahondó la disconformidad en la
clase media.
Cundo se ve en
redes esa mentira emocional de no votar, de acabar con el Congreso, de ser
indiferente, votar en blanco, o intentar castigar a tal o cual político; en la
apología del mal ciudadano -el problema
no es el político, es el elector quien equivoca el voto- Se recuerda la anécdota
de Adlai Stevenson, representante liberal en la batalla presidencial de EE.UU.
de 1952, a quien todos le decían: 'Señor Stevenson, cualquier ser pensante de
EE.UU. votará por usted'. Y él respondió: "Genial, pero necesito la
mayoría". Y perdió la elección. Y es que la falta de realismo y la
multiplicación de la emocionalidad han dado paso a la perfección de la mentira
por encima de los hechos reales. Todo ser sensato quería y quiere la paz. Pero
la paz perdió y seguirá perdiendo mientras el estómago sea la fábrica de
ideas de la pobreza. Mientras
confundamos sentido de pertenencia con sentimiento de pertenencia. Mientras nos
importe más el bolsillo que el futuro. Mientras se premie el odio y el
desarraigo por encima de la fraternidad.
Lanzar a los
cuatro vientos el sueño del “caldenseñismo” o el “manizaleñismo” pensando que
“otros”, los foráneos, van a entender la pasión, el arraigo y el orgullo de
esos adjetivos, es hacer “pis por fuera del tiesto”, me perdonan-“Es un pajazo
mental”-.
El mismo que nos
hicimos con Lizcano, Duque y tantos otros que vienen, y seguirán viniendo, para
llevarse los votos para servir a Antioquia y a quienes jugando a la dirigencia
local, forran sus bolsillos vendiendo esos adjetivos, sin nada de pudor . Y no es
nada contra mi raza paisa, es contra los detentadores de una curul que no
sienten, “no son de aquí ni se parecen a nadie”. 200 millones y más, cobran
algunos candidatos a la Cámara para traer aspirantes al Senado que en la vida
un manizaleño o caldense ha oído nombrar.
¿Cuál es el orgullo
del cual nos preciamos si no somos capaces de asumir la responsabilidad con
nosotros mismos, de elegir a los nuestros? ¿Acaso no estamos cansados de
recibir migajas y mendigar progreso para nuestro departamento? ¡No más
vergüenza democrática! Equivoquémonos con los nuestros. ¡Exijámosle a los nuestros!
Es una razón del derecho a elegir democráticamente, a decidir libre y
directamente como ciudadanos, como sociedad y como región, nuestro presente y
nuestro futuro. No es justo que sigamos transpirando sudor y lágrimas por
quienes instrumentalizan las instituciones del Estado en función de sus propios
intereses en esencia foráneos. “Caldas para los caldenses” puede ser un grito
cerrado pero justo, para esta etapa de nuestra existencia ante tanta orfandad.
El liberalismo hace muchos años no tiene un Senador. El canibalismo de algunos
dirigentes trayendo nombres de afuera es el principal factor de negación y riesgo
de ese partido. Yo no sé si Mario es el prohombre, pero se la está jugando en
nombre de Caldas y quiere que le ayuden a liderar un partido que se sumió en la
desbandada por quienes no soportaron el estar solos o quienes vendieron una
ideología. ¿Si no es Mario, entonces quién? Él puede ser el hombre que vaya en
pos de su propio relato. El partido Conservador ya encontró en Penagos su
líder. Entonces porque no robustecer un tándem real por Caldas. Amén de entender
que los sectores más reaccionarios pueden sentirse tentados a practicar una
política de tierra quemada de consecuencias imprevisibles para Caldas.
El éxito o el
fracaso de Mario se verá signado por una
política de región -desde el partido- que se valorará mediante su efectividad
para idear y poner en práctica vías de solución concretas a problemas o
conflictos que, generalmente, no se limitan a la gestión de las cosas, sino que
tocan a los imaginarios de pertenencia, las identidades y los propios modos de
acción política. Y ahí debemos entrar los caldenses; Esa oportunidad en el Senado es un voto de confianza. Es pasión
por Caldas. El voto a conciencia por un caldense, es afirmar el paradigma de
una raza que cree en lo suyo, que como en el sueño americano será difícil de
interpretar por los mercaderes de votos o los foráneos que vienen a pescar de
noche. Este es un momento que requiere acción política y liderazgo, de apostar
por una solución política integral, negociada y pactada entre legitimidades
democráticas para ello, al liberalismo, le urge establecer las bases de un nuevo
pacto o contrato social que contemple en sus prioridades, la reformulación
de las relaciones entre las bases y sus dirigentes y ese liderazgo tiene ahora, un nombre, Mario Castaño.