lunes, 12 de febrero de 2018

El sueño Caldense

Caldenseñismo/ Manizaleñismo

50/50 



Por John Sajje

James Truslow Adams, fue un escritor estadounidense, financiero de profesión, también fue historiador aficionado y además escritor. Combinando la escritura y la historia, ganó un premio Pulitzer por un libro titulado “La épica de América”, en 1931. En él, se acuñó el término sueño americano, dándole además significado y sentido. Según Adams, el sueño americano es:
“Ese sueño de una tierra en la que la vida debe ser mejor y más rica y más llena para todos, con oportunidades para cada uno de acuerdo a sus habilidades y hazañas. Es un sueño difícil de interpretar adecuadamente para las clases altas europeas, y muchos de nosotros mismos nos hemos cansado de él y hemos desconfiado. No es simplemente un sueño de coches y altos salarios, sino un sueño de un orden social en el que a cada hombre y a cada mujer debe permitírsele alcanzar la más alta cota de la que sean capaces innatamente, y ser reconocidos por otros por aquello que son, independientemente de las circunstancias fortuitas de su origen o posición”.

Asistimos sin rubor a la politización de la tragedia, a la hipervulnerabilidad social originada en las verdades a medias, a la entronización de la mala fe con razones regresivas como una forma de apartheid ideológico, que debilita las instituciones de manera cínica. Con ataques ominosos a líderes sociales en aras de diseminar ruinosas y falsas soluciones. Razón para que exista, en los ciudadanos de a pie, un imperativo moral de nombrar las verdaderas raíces de esta crisis social, con soluciones intersectoriales, que cierren de una vez por todas las puertas por donde se  intentan colar tan predecibles y perversos fines.

La gente aún está atrapada en el desconcierto. Gente que queriendo hablar con honestidad acerca de qué fomenta y es el origen. Esta época de ataques seriales a la democracia, se estrella contra el muro de la indiferencia, en ese territorio de la mentira emotiva, que ahora llaman posverdad - hija de posmodernismo y la relatividad- que se alimenta con la gasolina de las redes sociales mal utilizadas o mejor, como arma arrojadiza de la mentira. Esta trama que se inició en el 2008  con la crisis financiera, “toxificó” las estructuras sociales y generó más crecimiento de la desigualdad de ingresos; desde entonces,  el abismo entre ricos y pobres  ahondó la disconformidad en la clase media.

Cundo se ve en redes esa mentira emocional de no votar, de acabar con el Congreso, de ser indiferente, votar en blanco, o intentar castigar a tal o cual político; en la apología del mal ciudadano -el problema no es el político, es el elector quien equivoca el voto- Se recuerda la anécdota de Adlai Stevenson, representante liberal en la batalla presidencial de EE.UU. de 1952, a quien todos le decían: 'Señor Stevenson, cualquier ser pensante de EE.UU. votará por usted'. Y él respondió: "Genial, pero necesito la mayoría". Y perdió la elección. Y es que la falta de realismo y la multiplicación de la emocionalidad han dado paso a la perfección de la mentira por encima de los hechos reales. Todo ser sensato quería y quiere la paz. Pero la paz perdió y seguirá perdiendo mientras el estómago sea la fábrica de ideas  de la pobreza. Mientras confundamos sentido de pertenencia con sentimiento de pertenencia. Mientras nos importe más el bolsillo que el futuro. Mientras se premie el odio y el desarraigo por encima de la fraternidad.


Lanzar a los cuatro vientos el sueño del “caldenseñismo” o el “manizaleñismo” pensando que “otros”, los foráneos, van a entender la pasión, el arraigo y el orgullo de esos adjetivos, es hacer “pis por fuera del tiesto”, me perdonan-“Es un pajazo mental”-.
El mismo que nos hicimos con Lizcano, Duque y tantos otros que vienen, y seguirán viniendo, para llevarse los votos para servir a Antioquia y a quienes jugando a la dirigencia local, forran sus bolsillos vendiendo esos adjetivos, sin nada de pudor . Y no es nada contra mi raza paisa, es contra los detentadores de una curul que no sienten, “no son de aquí ni se parecen a nadie”. 200 millones y más, cobran algunos candidatos a la Cámara para traer aspirantes al Senado que en la vida un manizaleño o caldense ha oído nombrar.

¿Cuál es el orgullo del cual nos preciamos si no somos capaces de asumir la responsabilidad con nosotros mismos, de elegir a los nuestros? ¿Acaso no estamos cansados de recibir migajas y mendigar progreso para nuestro departamento? ¡No más vergüenza democrática! Equivoquémonos con los nuestros. ¡Exijámosle a los nuestros! Es una razón del derecho a elegir democráticamente, a decidir libre y directamente como ciudadanos, como sociedad y como región, nuestro presente y nuestro futuro. No es justo que sigamos transpirando sudor y lágrimas por quienes instrumentalizan las instituciones del Estado en función de sus propios intereses en esencia foráneos. “Caldas para los caldenses” puede ser un grito cerrado pero justo, para esta etapa de nuestra existencia ante tanta orfandad. El liberalismo hace muchos años no tiene un Senador. El canibalismo de algunos dirigentes trayendo nombres de afuera es el principal factor de negación y riesgo de ese partido. Yo no sé si Mario es el prohombre, pero se la está jugando en nombre de Caldas y quiere que le ayuden a liderar un partido que se sumió en la desbandada por quienes no soportaron el estar solos o quienes vendieron una ideología. ¿Si no es Mario, entonces quién? Él puede ser el hombre que vaya en pos de su propio relato. El partido Conservador ya encontró en Penagos su líder. Entonces porque no robustecer un tándem real por Caldas. Amén de entender que los sectores más reaccionarios pueden sentirse tentados a practicar una política de tierra quemada de consecuencias imprevisibles para Caldas.

El éxito o el fracaso de Mario  se verá signado por una política de región -desde el partido- que se valorará mediante su efectividad para idear y poner en práctica vías de solución concretas a problemas o conflictos que, generalmente, no se limitan a la gestión de las cosas, sino que tocan a los imaginarios de pertenencia, las identidades y los propios modos de acción política. Y ahí debemos entrar los caldenses; Esa oportunidad en  el Senado es un voto de confianza. Es pasión por Caldas. El voto a conciencia por un caldense, es afirmar el paradigma de una raza que cree en lo suyo, que como en el sueño americano será difícil de interpretar por los mercaderes de votos o los foráneos que vienen a pescar de noche. Este es un momento que requiere acción política y liderazgo, de apostar por una solución política integral, negociada y pactada entre legitimidades democráticas para ello, al liberalismo, le urge establecer las bases de un nuevo pacto o contrato social que contemple en sus prioridades, la reformulación de las relaciones entre las bases y sus dirigentes y ese liderazgo tiene ahora, un nombre, Mario Castaño.

A propósito ¿es capaz de identificar qué hicieron los que se llevaron los votos hace 4 años, por Caldas?