Por John Sajje
Julio es el mes de la libertad. 30 estados conmemoran,
en este mes, sus fiestas patrias. 217 años han pasado desde que fuera derrocado
el poder virreinal para dar vida a Macondo. Pero la verdad es que no fue en 1810,
sino durante la patria boba que empezamos a dejar de gritar ¡Viva Fernando VII!
Porque, para ser exactos, la verdadera libertad se alcanzó el 7 de agosto de
1819. Pero como a nosotros nos gusta la pendencia callejera, tuvo más valor el
grito que la libertad misma. Aunque el 11 de noviembre de 1811, de verdad, la
alcanzó Cartagena. Y como “la desmemoria es un don que otorga Dios a los
deudores para compensarlos por su falta de conciencia” olvidamos que un 4 de
abril de 1811, un Colegio Constituyente, convocado por la Junta Suprema, dictó
una Constitución que consagraba a Cundinamarca como Estado independiente (pero
salvaguardando los derechos del Rey) y convirtió a Jorge Tadeo Lozano en su
primer presidente. Olvidando además que fue un 19 de julio de 1813 cuando el
Colegio Electoral de Cundinamarca declaró la Independencia Absoluta.
Y como el agraviado nunca es desmemoriado, tuvo que
ser un humilde sastre, José María Caballero, quien, sin aires de escritor,
empezó a llevar un cuaderno de desahogo íntimo, conocido en la historia como
“El diario de Caballero” para legarnos verdades y hacernos comprender que Macondo
había nacido antes de que las cosas tuvieran nombre.
Juguemos al realismo mágico e imaginemos a tres pueblos. Hipotéticamente digamos que ellos
forman “El triángulo macondiano”. El
pueblo B dista 102 kilómetros de A; mientras el C está a 134 Kilómetros.
Entenderán que A, B y C son
diametralmente distintos, pero parecidos. Como decía Martín Fierro “Al que nace barrigón
es al ñudo que lo fajen” y estos políticos nacen con el PLAN debajo del brazo. En el “Otoño del
patriarca” al anciano, general, Zacarías le ponían prostitutas vestidas de
colegialas para mantenerle el gusto, sin que él se diera cuenta del engaño. Pues
bien, en el pueblo C, a los ancianos les hacían manicura, pedicura y cuanto Sarao
virtual podían imaginar los desdentados seres; más cerca de la inocencia que del velorio, jamás supieron del
engaño. Una motilada por 120 mil pesos – que la merecían ellos, más no el
peluquero- indicaba que el anciano no tenía hilos de plata en su cabeza sino
rodio puro. Pero eso no era nada, al
estilo Matrix, 162 adultos mayores eran virtuales y 21 tenían en don de la
ubicuidad. Algo con lo que Zacarías habría podido convertir a Doña Concepción
Alvarado en santa. Lo dicho ¡macondo!
En el pueblo B, como en “La Hojarasca” y en “cien años
de soledad”, aparecen “Pasquines” como injurias anónimas, de quien busca puesto
o agraviar al contrario. En esas cuentas falsas, ya no se habla de los viajes
misteriosos de Raquel Contreras, de Pastor y sus relaciones incestuosas con la Montero,
ni que Car Michel es un cornudo; nada de eso, ahora en el pasquín virtual se reseñan
libidinosos pedidos políticos. Sin contar que muchos lugareños ven a su alcalde
como el teniente de “la mala Hola” ¡a toda hora con dolor de muela!
En el pueblo A, la cosa es a otro precio. El alcalde,
cada que desafía a un lugareño a golpes recuerda a José Ignacio Sáenz de la
Barra, el torturador oficial del Patriarca. Todos tiemblan menos los que controlan
el tránsito. Y recordando a Alirio Noguera quien llegó con su divisa de
botiquín de globulitos sin sabor y se convirtió
en el falsificador de Macondo,
montaron oficina paralela, con talonario “oficial” de comparendos y como en “La
mala Hora” cuando el alcalde se da cuenta que don Sebas se está robando el
ganado de la Viuda de Montiel, en vez de poner orden, se hace el de la oreja y
más bien constriñe a Sebas y guarda silencio. Porque nunca, como Memé, se hizo
cataplasmas de mostaza para evitar la
concepción indeseada de parir con largueza los contratos para la familia de su
amigo del pueblo B o para enredar a sus conciudadanos cuando, estos, deben ir
hasta el pueblo C a buscar un permiso especial del POT, en su oficina
transmunicipal.
En “El Otoño del patriarca” Patricio Aragonés, el doble perfecto del tirano, fue capturado cuando hacia un “próspero negocio de suplantación”. Zacarías no lo hizo fusilar, en el acto, “porque lo inquietó la ilusión de que las cifras de su propio destino estuvieran escritas en la mano del impostor” razón por la cual decidió mantenerlo como suplantador oficial. Es cuando aparece la tapa macondiana. Cuando el compungido conductor, mira su millonario comparendo y no sabe qué hacer para pagar el mismo. Aparece la mano del realismo mágico. Se evoca el estilo del Senador Onésimo Sánchez, personaje del cuento “Muerte Constante más allá del amor” quien promete máquinas de llover, criaderos portátiles de animales de mesa, entre otros. Y ¡oh sorpresa! de ese mismo magín, aparece en la chistera del guarda un talonario y le dice: ¡Tu tran nos firma esta letra y lo va pagando, gota a gota al 20 por ciento! La ventaja: no necesita fiador!
Oye tú, pregunta el lector ¿Eso es verdad?... ¡NO! Es Macondo.
A propósito ha escuchado un discurso ventijuliero
donde un alcalde grite ante cientos de estudiantes y altos militares: ¿Qué
chimba tener la mejor banda…?