jueves, 31 de agosto de 2017

¡Macondo es una chimba!




Por John Sajje


Julio es el mes de la libertad. 30 estados conmemoran, en este mes, sus fiestas patrias. 217 años han pasado desde que fuera derrocado el poder virreinal para dar vida a Macondo. Pero la verdad es que no fue en 1810, sino durante la patria boba que empezamos a dejar de gritar ¡Viva Fernando VII! Porque, para ser exactos, la verdadera libertad se alcanzó el 7 de agosto de 1819. Pero como a nosotros nos gusta la pendencia callejera, tuvo más valor el grito que la libertad misma. Aunque el 11 de noviembre de 1811, de verdad, la alcanzó Cartagena. Y como “la desmemoria es un don que otorga Dios a los deudores para compensarlos por su falta de conciencia” olvidamos que un 4 de abril de 1811, un Colegio Constituyente, convocado por la Junta Suprema, dictó una Constitución que consagraba a Cundinamarca como Estado independiente (pero salvaguardando los derechos del Rey) y convirtió a Jorge Tadeo Lozano en su primer presidente. Olvidando además que fue un 19 de julio de 1813 cuando el Colegio Electoral de Cundinamarca declaró la Independencia Absoluta.
Y como el agraviado nunca es desmemoriado, tuvo que ser un humilde sastre, José María Caballero, quien, sin aires de escritor, empezó a llevar un cuaderno de desahogo íntimo, conocido en la historia como “El diario de Caballero” para legarnos verdades y hacernos comprender que Macondo había nacido antes de que las cosas tuvieran nombre.
Juguemos al realismo mágico e imaginemos a tres  pueblos. Hipotéticamente digamos que ellos forman “El triángulo macondiano”.  El pueblo B dista 102 kilómetros de A; mientras el C está a 134 Kilómetros. Entenderán que  A, B y C son diametralmente distintos, pero parecidos.  Como decía Martín Fierro “Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen” y estos políticos nacen con el  PLAN debajo del brazo. En el “Otoño del patriarca” al anciano, general, Zacarías le ponían prostitutas vestidas de colegialas para mantenerle el gusto, sin que él se diera cuenta del engaño. Pues bien, en el pueblo C, a los ancianos les hacían manicura, pedicura y cuanto Sarao virtual podían imaginar los desdentados seres; más cerca de la  inocencia que del velorio, jamás supieron del engaño. Una motilada por 120 mil pesos – que la merecían ellos, más no el peluquero- indicaba que el anciano no tenía hilos de plata en su cabeza sino rodio puro.  Pero eso no era nada, al estilo Matrix, 162 adultos mayores eran virtuales y 21 tenían en don de la ubicuidad. Algo con lo que Zacarías habría podido convertir a Doña Concepción Alvarado en santa. Lo dicho ¡macondo!



En el pueblo B, como en “La Hojarasca” y en “cien años de soledad”, aparecen “Pasquines” como injurias anónimas, de quien busca puesto o agraviar al contrario. En esas cuentas falsas, ya no se habla de los viajes misteriosos de Raquel Contreras, de Pastor y sus relaciones incestuosas con la Montero, ni que Car Michel es un cornudo; nada de eso, ahora en el pasquín virtual se reseñan libidinosos pedidos políticos. Sin contar que muchos lugareños ven a su alcalde como el teniente de “la mala Hola” ¡a toda hora con dolor de muela!

En el pueblo A, la cosa es a otro precio. El alcalde, cada que desafía a un lugareño a golpes recuerda a José Ignacio Sáenz de la Barra, el torturador oficial del Patriarca. Todos tiemblan menos los que controlan el tránsito. Y recordando a Alirio Noguera quien llegó con su divisa de botiquín de globulitos sin sabor y se convirtió  en el falsificador de  Macondo, montaron oficina paralela, con talonario “oficial” de comparendos y como en “La mala Hora” cuando el alcalde se da cuenta que don Sebas se está robando el ganado de la Viuda de Montiel, en vez de poner orden, se hace el de la oreja y más bien constriñe a Sebas y guarda silencio. Porque nunca, como Memé, se hizo cataplasmas de mostaza para  evitar la concepción indeseada de parir con largueza los contratos para la familia de su amigo del pueblo B o para enredar a sus conciudadanos cuando, estos, deben ir hasta el pueblo C a buscar un permiso especial del POT, en su oficina transmunicipal.


En “El Otoño del patriarca” Patricio Aragonés, el doble perfecto del tirano, fue capturado  cuando hacia  un “próspero negocio de suplantación”. Zacarías no lo hizo fusilar, en el acto, “porque lo inquietó la ilusión de que las cifras de su propio destino estuvieran escritas en la mano del impostor” razón por la cual decidió mantenerlo como suplantador oficial. Es cuando aparece la tapa macondiana.  Cuando el compungido conductor, mira su millonario comparendo  y  no sabe qué hacer para pagar el mismo. Aparece la mano del realismo mágico. Se evoca el estilo del Senador Onésimo Sánchez, personaje del cuento “Muerte Constante más allá del amor” quien promete máquinas de llover, criaderos portátiles de animales de mesa, entre otros. Y ¡oh sorpresa! de ese mismo magín, aparece en la chistera del guarda un talonario y le dice: ¡Tu tran nos firma esta letra y lo va pagando, gota a gota al 20 por ciento! La ventaja: no necesita fiador!


Oye tú, pregunta el lector ¿Eso es verdad?...  ¡NO! Es Macondo.

A propósito ha escuchado un discurso ventijuliero donde un alcalde grite ante cientos de estudiantes y altos militares: ¿Qué chimba tener la mejor banda…?


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