miércoles, 25 de octubre de 2017

El CASTROCHAVISMO Vs. EL URIBEGUERRERISMO

Por John Sajje


“Era Navidad, y un señor de nacionalidad Suiza había regalado un reloj suizo a su hijo.
El niño desarmó el reloj sobre su cama. Y estaba jugando con las agujas, el resorte, el cristal, la corona y demás engranajitos, cuando el padre lo descubrió y le propinó tremenda paliza.
Hasta entonces, Nicole Rouan y su hermano habían sido enemigos. Desde esa Navidad, la primera Navidad que ella recuerda, los dos fueron por siempre amigos. Aquel día, Nicole supo que también ella sería castigada, a lo largo de sus años, porque en vez de preguntar la hora a los relojes del mundo, iba a preguntarles cómo son por dentro”


¡Qué alto precio paga la democracia!
¿A quién le interesan las fuerzas militares y de policía?… R/ A la Nación
Todo porque miembros de la Fuerza Pública, no pueden sufragar mientras permanezcan en servicio activo ni intervenir en actividades de partidos o movimientos políticos. Pero existen quienes los utilicen y nombren para exacerbar su honor.

El escenario de la nación está amenazado. En tal forma, que en esta carrera electoral, no estamos hablando de elegir al líder de una Nación, sino al general en jefe del  Armagedón.
Todos tratan de tensar la cuerda. Ya ni siquiera es la bipolar señora de las naranjas… Crispados, vamos a la batalla del conciabulo del odio:

El CASTROCHAVISMO Vs. el URIBEGUERRERISMO

¿Alguien puede votar, ignorando la manipulación de lo que está pasando? La bandera del caos está en asta plena.
Es una campaña a la desesperada, rodeados de corrupción, verborrea y miedo. No aparece un solo candidato con programa de Nación. Solo aspirantes a conductores que en vez de saber dónde queda el embrague, miran por el retrovisor.

No será esta una elección vinculante. Unos nos siguen vendiendo a las FARC, más como guerrilla que como partido… enseñan los dientes. No les interesa cambiar el chip. Tampoco a los “ex” que prefirieron la soberbia de la recordación, a la humildad de la reconciliación;  y decidieron mantener el nombre.

Hoy en los directorios, en vez de un ideario de coraje y esfuerzo, se iza la maledicencia y el reproche.
Con una cortina de humo, nos hemos dado  la licencia de opinar sobre Venezuela. Como quien se mete a la alcoba de la pareja de al lado… Jugamos a lo que los mercaderes del petróleo quieren. Pareciera que el hambre y el desempleo en Venezuela, disipara el hambre y el desempleo en Colombia. Nos hacen sentir en el paraíso, para compararnos con ellos, como si fuera ¡verdad, higiénico y público, que una mujer comparta una toalla con su vecina! ¿Es repugnante, verdad? pero  en esa repugnancia es que se justifica el ataque- No sé en que más nos diferenciamos si allá y acá, somos los mismos. ¿Acaso cómo se eligen el Fiscal general y altos tribunales? igual, con criterios políticos y por políticos. Y muchos hablan de independencia. ¡La democracia nuestra es la dictadura vuestra! No quiere decir que todo esté bien allá. Es abominable, pero es un problema que deben solucionar los venezolanos. ¡¿Estamos jugando a los colonialistas? Proyectar la ira es más rentable que generar la justicia social y en eso nos parecemos, jadeamos y botamos babaza.

A granel aparece la basurización programática. El problema de la tierra se volvió reduccionismo estéril. Ya ni siquiera nos tenemos respeto como país, menos como Nación. Soslayar y sospechar son reglas. Jugamos a ser caóticos para que impere el NO.

En la pugna  CASTROCHAVISTA – URIBEGUERRERISTA, no ha bastado el genocidio de uno y otro lado. Ni los desplazados en las calles, ni los huérfanos, ni el agro indignado. ¡Ni las mentiras, ni las verdades! No sabemos cuántos tamales o huevos vale esta democracia, porque las cuentas las maquillamos, pero “tamaliada” y todo, nuestra democracia merece ser defendida. ¡Pero como Nación y sin Istmos!

Los colombianos de a pie, hemos salido a buscar el pan y estamos comprando odio. No existe espacio para los términos medios. Al ciudadano se le exige estar alineado. Las redes le inundan de mentiras. Los medios tiran línea. Ser colombiano es un calificativo que sonroja, excepto cuando juega la Selección, si acaso, porque existen profetas que ruegan porque pierda.

No podemos seguir calificados de sediciosos o mamertos. Para unos y otros debemos seguir siendo: colombianos. Porque la guerra, para que sea guerra necesita contrarios, enemigos.
Es verdad que la tierra que antes era de alguien, ahora está despojada. Que la sangre que antes era símbolo, en un escudo o una bandera, no está cauterizada. Pero como dice Residente  (calle 13):La guerra es más débil que fuerte No aguanta la vida por eso se esconde en la muerte”

Todos somos culpables por acción u omisión del latrocinio o del separatismo, como el solicitado con el Cauca. Culpables del abandono de Tumaco, del Chocó, del Amazonas y de La Guajira o del campo, en manos de “Los señores de los votos”. Los “barones” electorales.



Somos tan inocentones que le endilgamos todo a los políticos, ese facilismo, es pegarnos un tiro en el pie. Firmar contra ellos, es una maniobra torticera y publicitaria de tapar el sol con un dedo. Es una  campaña emocional, un sibilino sentimiento de centro derecha, para despertar a un pantuflo opinador que termina cooptado por los mismos políticos o haciendo política igual. ¿En el péndulo de la política, qué papel jugamos los electores o los abstencionistas?
Un país con tantas precariedades necesita de líderes, de timoneles. No herencia de cooptados o ungidos. Necesitamos ciudadanos o ciudadanas.


¡¿Que la culpa es de la paz mal hecha? Todos sabemos que poco dura la alegría en la casa del pobre, que todos los actores políticos siempre actúan maximizando su utilidad, para insuflar el mesianismo; que la humillación moviliza; que hacer alianzas con quien caiga no es malo… Lo malo es que “quien caiga” tenga otros intereses. Todo eso lo sabemos, entonces necesitamos un programa de “No odio” y de cara al país. Y no se ve… o no lo queremos ver, porque estamos ocupados en “el juego del odio”

Alguien hablaba de la progresión: “doler-saber-querer-poder-hacer” que permite la transformación social sólo cuando el dolor se convierte en conocimiento, el conocimiento en voluntad, la voluntad en capacidad y la capacidad en decisión. Será eso lo que buscamos. Entonces digamos no más a la política visceral, sea de estómago o de odio.



A propósito, se ha preguntado, ¿ es tiempo que usted ayude a cambiar a su país, desde adentro?

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