domingo, 22 de octubre de 2017

¡SOÑAR UN CABALLO!


 
Por John Sajje

Cuenta la leyenda que, Amparo  deambula por el mercado de sueños. Las vendedoras habían desplegado sueños sobre grandes paños en el suelo.
Llega al mercado el abuelo de Amparo, muy triste porque hace mucho tiempo que no sueña. Amparo lo lleva de la mano y lo ayuda a elegir sueños, sueños de mazapán o de algodón, alas para volar durmiendo, y se marchan los dos tan cargados de sueños que no habrá noche que alcance.


Siendo Ministra de Educación, María Fernanda Campo Saavedra, nació un programa que en su
momento se llamó Programa de Transformación de la Calidad Educativa (PTCE), cuya pretensión era  acompañar a 3.000 establecimientos educativos y apoyar el quehacer formativo de 70.000 docentes que trabajaban con 2 millones 300 mil estudiantes en toda la geografía nacional, especialmente en las zonas con condiciones más desfavorables.  La idea era, con otras visiones, implementar  acciones pedagógicas para fortalecer las prácticas en el aula, donde las carencias en infraestructura y materiales pedagógicos fueran evidentes, en torno a referentes curriculares, evaluación educativa, selección y uso de materiales educativos y por ende ambientes de aprendizajes acordes con las expectativas de la nación. Lo novedoso era que estaba en ciernes un plan de formación y acompañamiento de pares para los docentes en sus propias aulas, en aras de transformar la calidad educativa. Así, no había excusa, se estaban planteando las condiciones básicas que permitiera a millones de niños y niñas asistir a sus escuelas y colegios. Ese programa estaba diseñado para tres años y vamos en cinco. (Política de Calidad Educativa 2011-2014)

Huelga decir, que La esencia estaba en los enunciados de la UNESCO, y no era más que  poner al alcance de niñas y niños el patrimonio de conocimientos que la humanidad ha acumulado, para lo cual es indispensable la interpretación y comprensión de diferentes códigos verbales y numéricos y comprender el mundo natural, considerados los elementos básicos de la alfabetización del siglo XXI.
Su justificación era clara, toda vez que  las últimas décadas las políticas públicas se habían orientado a resolver la problemática de cobertura, permanencia y repitencia a partir de múltiples acciones. Se tenía para entonces, la visión en la utilización de evaluaciones nacionales e internacionales y se entendió que para mejorar los desempeños  se debían fortalecer las condiciones, que favorecieran los procesos de aprendizaje de quienes van a estudiar y afrontan las mayores dificultades. En tal virtud se focalizaron algunos establecimientos educativos, y se fijó, por entonces, que más del 25% de los estudiantes, de estos establecimientos educativos, ascendieran de nivel, al menos en las áreas de Lenguaje y Matemáticas, en la prueba SABER 3 y 5.

Verdaderos asesores entendieron que el espacio era el aula, porque allí es donde se expresa la concepción social y el significado real del derecho que tienen todos los niños y niñas de aprender, de desarrollar sus competencias para la vida y de formarse como ciudadanos. Se entendió que los actores eran: El maestro, los estudiantes, el currículo coherente, los materiales educativos, la evaluación, la gestión educativa, el contexto familiar. Razones para que aparecieran las mejores prácticas con los mejores métodos.

Y se determinaron unas estrategias, que se determinaban en cuatro componentes: El componente pedagógico (Con el objetivo de construir comunidades escolares colaborativas que fomentaran en todo el estudiantado altos niveles de logro.). Componente de formación situada (con el objetivo de formar, con apoyo técnico apropiado, comunidades de aprendizaje comprometidas con procesos de mejoramiento.). Componente de gestión educativa (Con el objetivo de apoyar el progreso de los procesos de gestión académica, con un enfoque inclusivo y participativo,).  Componente de condiciones básicas (Con el objetivo de brindar soporte complementario a familia y EE para que puedan garantizar la cotidiana asistencia escolar), Componente de apoyo, comunicación, movilización y compromiso social (con el objetivo de fortalecer el liderazgo y un compromiso  que cree lazos  fuertes entre la comunidad educativa y la sociedad en su conjunto).

Poco a poco esta transformación mutó al Programa Todos a Aprender PTA y estuvo al frente el mejor tándem: Alandete-Higuera y se rodeó de academia el programa y visionarios como Tulio Marulanda (QEPD) junto a María Aracelly López una mujer de aula, lo trajeron a Manizales y Caldas. Por entonces, en todo el país miles de hombres y mujeres surcaban los aires, domeñaban montes y cañadas, vadeaban ríos, abrían caminos, despertaban trochas, se estremecían en el chucú chuco de una balinera, el paso cansino de un burro, el crea ondas de una canoa, el ronroneo de una moto o el calor húmedo de unas simples botas pantaneras. La idea era llegar a unas aulas tan lejanas, que allí se quedaba a pernoctar el eco. En esas aulas niños y niñas ansiosas de civilización, junto a mujeres y hombres aguerridos, con el rotulo de maestros y maestras,  entendieron que estaban siendo visibilizados y también se maravillaban viendo los rostros de sus estudiantes al recibir la primera cartilla decente que le entregaba su patria. Por esas calendas, era más difícil sortear la maledicencia, el rumor y el ataque desde dentro, que ir con fe a lugares tan recónditos. Muchos estuvimos, por ser tutores, frente a  tribunales inquisitorios, ¡cuán difícil fue abrir camino! Pero era un ejército imparable de chalecos azules con sabor a tiza y el tablero en la espalda para aguantar los chaparrones del destino y del camino.

Había como mucho de poesía y pasión en todo esto. Poco a poco con la formación en cascada se hacia camino al andar. Y conocimos las Sernas, las Echevarría, las Calderón, las Puello, las López, las Balda e incluso a  los Montes, los Benavides, los Barrantes, los Gallo y los Bernal… Vi deteriorar la salud de Roberto y de Nora, vi morir a Tulio y marchar a tantos y tantas. Vi la seriedad de Omaira, la lucha de Sarita, el amor de Sandra, la fuerza de Luzes, el compromiso de Valen, las razones de Joha, el esfuerzo de Yaneth,… todas y todos dispuestos a cerrar a  cal y canto una brecha. Y nos encontramos en el tiempo y en espacio. Nos reunimos en Bogotá sin necesidad de inventarnos concursos, hicimos ferias regionales del conocimiento,  como una familia que sale a un paseo de olla a conocer lo que los otros hacen y nos vimos reflejados en todas las razas y etnias, sin necesidad de discriminarnos a cuanto sabíamos de una ruta, sin divisiones ni experimentos segregacionistas. Recuerdo que nos convertimos en un referente internacional de buenas prácticas pedagógicas y nos invitó al Uruguay, la Red de Escuelas Asociadas de la Unesco (RedPEA)  y nos miró la OCDE y nos invitó Perú y la UNESCO nos tuvo como referente y más ciudades y más departamentos quisieron entrar y más colegios se dolían de no ser focalizados. Nos hicimos un nudo, pero un nudo bacano como diría una formadora costeña.

Pero un nefasto día todo se transformó, pero ¡para fortuna el bien estaba hecho!  El Ministerio cambió y nos volvimos mediáticos. Las órdenes se volvieron prisa y la foto estaba antes que el protocolo. La inmediatez suplió la degustación. Las aulas se maquillaban: importaba el resultados más que los medios. La zozobra se apoderó de muchos. En otros ganó más el dinero que la convicción y no sintieron el remezón. Pero los soñadores, huérfanos del trio de punta, estábamos en manos del mojar prensa, del ruido de los medios centralizado en una actora que logró sacar del foco a los niños para aparecer ella. Y el Ministerio se llenó de asesores que en nombre de la juventud y con estrato 20 sentían que a sus pies se agolpaban descamisados que nada sabían del tema y empezaron a dictar para el campo. Como decía una de mis mejores amigas en el programa: “Llegaron asesores tan estratificados que lo único que conocían de campo, era el Central Park de Nueva York” y era verdad. Desde entonces seguimos con la misma fe, esperando que este bello programa sea una política pública y no lo clamamos por nosotros, al fin y al cabo, seguimos siendo docentes; lo decimos por esos niños y niñas de la otra Colombia, la de las zonas rurales o marginales. Seres que entre montes, a orillas de ríos, en barriadas, sin futuro; volverán al ostracismo. O quizás venga otro escenario, el de la corrupción y entonces lo que sembramos lo recojan otros más espabilados. Entes privados o universidades privadas y les paguen a ellos por hacer lo que nosotros ya sabemos hacer y sembramos. Son  las paradojas que da la vida después de cinco años, otros recogerán la cosecha y volverá lo mediático. Por eso el PTA debe ser una política pública.

He pensado con fuerza, en la comodidad de mi apartamento, en la maestra Amparo Uchima, de Riosucio-Caldas. Ella desdeñó un pasaje a San Andrés, que le otorgaban como premio por ser la mejor maestra, al solicitar que si se lo cambiaban por un caballo, para llegar a su vereda para enseñar a sus niños. Ella, jamás tuvo su caballo, pero se dio el lujo de no ir a San Andrés, aunque no lo conocía. Entonces pienso que si pido una política de estado para el PTA;  también estoy pidiendo un caballo…

Coda. Debo confesar que sentí envidia de la buena, en la celebración, al saber que estando desde el principio en este programa, no podía ser compensado mi trabajo entrando a un concurso para ir a una celebración, me rehusé a participar,  igual vibré y admiró a los que estuvieron allá; ¡es mi gente, mi familia!



A propósito… quizás no esté de acuerdo con que el PTA sea una política de Estado, respetable, pero ¿Cree usted que algún día los niños de la otra Colombia, podrán tener sueños de nación?





1 comentario:

  1. Indiscutible, no hay otra salida...el PTA es la pista para aterrizar la ilusión y espigar saberes. Por nuestros niños y niñas este programa debe hacer parte de la política pública de nuestro país. ¡Yo también pido un caballo!

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