Por John Sajje
Cuenta la leyenda que, Amparo
deambula por el mercado de sueños. Las vendedoras habían desplegado sueños
sobre grandes paños en el suelo.
Llega al mercado el abuelo de Amparo, muy triste porque hace mucho
tiempo que no sueña. Amparo lo lleva de la mano y lo ayuda a elegir sueños,
sueños de mazapán o de algodón, alas para volar durmiendo, y se marchan los dos
tan cargados de sueños que no habrá noche que alcance.
Huelga decir, que La esencia estaba en los enunciados de la UNESCO, y no
era más que poner al alcance de niñas y
niños el patrimonio de conocimientos que la humanidad ha acumulado, para lo
cual es indispensable la interpretación y comprensión de diferentes códigos
verbales y numéricos y comprender el mundo natural, considerados los elementos
básicos de la alfabetización del siglo XXI.
Su justificación era clara, toda vez que las últimas décadas las políticas públicas se
habían orientado a resolver la problemática de cobertura, permanencia y
repitencia a partir de múltiples acciones. Se tenía para entonces, la visión en
la utilización de evaluaciones nacionales e internacionales y se entendió que
para mejorar los desempeños se debían
fortalecer las condiciones, que favorecieran los procesos de aprendizaje de
quienes van a estudiar y afrontan las mayores dificultades. En tal virtud se
focalizaron algunos establecimientos educativos, y se fijó, por entonces, que más
del 25% de los estudiantes, de estos establecimientos educativos, ascendieran
de nivel, al menos en las áreas de Lenguaje y Matemáticas, en la prueba SABER 3
y 5.
Verdaderos asesores entendieron que el espacio era el aula, porque allí es
donde se expresa la concepción social y el significado real del derecho que
tienen todos los niños y niñas de aprender, de desarrollar sus competencias
para la vida y de formarse como ciudadanos. Se entendió que los actores eran:
El maestro, los estudiantes, el currículo coherente, los materiales educativos,
la evaluación, la gestión educativa, el contexto familiar. Razones para que aparecieran
las mejores prácticas con los mejores métodos.
Y se determinaron unas estrategias, que se determinaban en cuatro
componentes: El componente pedagógico
(Con el objetivo de construir comunidades escolares colaborativas que fomentaran
en todo el estudiantado altos niveles de logro.). Componente de formación situada (con el objetivo de formar, con
apoyo técnico apropiado, comunidades de aprendizaje comprometidas con procesos
de mejoramiento.). Componente de gestión
educativa (Con el objetivo de apoyar el progreso de los procesos de gestión
académica, con un enfoque inclusivo y participativo,). Componente de condiciones básicas (Con el
objetivo de brindar soporte complementario a familia y EE para que puedan
garantizar la cotidiana asistencia escolar), Componente de apoyo, comunicación,
movilización y compromiso social (con el objetivo de fortalecer el liderazgo y un
compromiso que cree lazos fuertes entre la comunidad educativa y la
sociedad en su conjunto).
Poco a poco esta transformación mutó al Programa Todos a Aprender PTA y
estuvo al frente el mejor tándem: Alandete-Higuera y se rodeó de academia el
programa y visionarios como Tulio Marulanda (QEPD) junto a María Aracelly López
una mujer de aula, lo trajeron a Manizales y Caldas. Por entonces, en todo el
país miles de hombres y mujeres surcaban los aires, domeñaban montes y cañadas,
vadeaban ríos, abrían caminos, despertaban trochas, se estremecían en el chucú
chuco de una balinera, el paso cansino de un burro, el crea ondas de una canoa,
el ronroneo de una moto o el calor húmedo de unas simples botas pantaneras. La
idea era llegar a unas aulas tan lejanas, que allí se quedaba a pernoctar el
eco. En esas aulas niños y niñas ansiosas de civilización, junto a mujeres y
hombres aguerridos, con el rotulo de maestros y maestras, entendieron que estaban siendo visibilizados y
también se maravillaban viendo los rostros de sus estudiantes al recibir la
primera cartilla decente que le entregaba su patria. Por esas calendas, era más
difícil sortear la maledicencia, el rumor y el ataque desde dentro, que ir con
fe a lugares tan recónditos. Muchos estuvimos, por ser tutores, frente a tribunales inquisitorios, ¡cuán difícil fue
abrir camino! Pero era un ejército imparable de chalecos azules con sabor a
tiza y el tablero en la espalda para aguantar los chaparrones del destino y del
camino.
Había como mucho de poesía y
pasión en todo esto. Poco a poco con la formación en cascada se hacia camino al
andar. Y conocimos las Sernas, las Echevarría, las Calderón, las Puello, las
López, las Balda e incluso a los Montes,
los Benavides, los Barrantes, los Gallo y los Bernal… Vi deteriorar la salud de
Roberto y de Nora, vi morir a Tulio y marchar a tantos y tantas. Vi la seriedad
de Omaira, la lucha de Sarita, el amor de Sandra, la fuerza de Luzes, el
compromiso de Valen, las razones de Joha, el esfuerzo de Yaneth,… todas y todos
dispuestos a cerrar a cal y canto una
brecha. Y nos encontramos en el tiempo y en espacio. Nos reunimos en Bogotá sin
necesidad de inventarnos concursos, hicimos ferias regionales del conocimiento,
como una familia que sale a un paseo de
olla a conocer lo que los otros hacen y nos vimos reflejados en todas las razas
y etnias, sin necesidad de discriminarnos a cuanto sabíamos de una ruta, sin
divisiones ni experimentos segregacionistas. Recuerdo que nos convertimos en un
referente internacional de buenas prácticas pedagógicas y nos invitó al
Uruguay, la Red de Escuelas Asociadas de la Unesco (RedPEA) y nos miró la OCDE y nos invitó Perú y la
UNESCO nos tuvo como referente y más ciudades y más departamentos quisieron
entrar y más colegios se dolían de no ser focalizados. Nos hicimos un nudo,
pero un nudo bacano como diría una formadora costeña.
Pero un nefasto día todo se transformó, pero ¡para fortuna el bien estaba hecho! El Ministerio cambió y nos volvimos
mediáticos. Las órdenes se volvieron prisa y la foto estaba antes que el
protocolo. La inmediatez suplió la degustación. Las aulas se maquillaban:
importaba el resultados más que los medios. La zozobra se apoderó de muchos. En
otros ganó más el dinero que la convicción y no sintieron el remezón. Pero los
soñadores, huérfanos del trio de punta, estábamos en manos del mojar prensa,
del ruido de los medios centralizado en una actora que logró sacar del foco a los
niños para aparecer ella. Y el Ministerio se llenó de asesores que en nombre de
la juventud y con estrato 20 sentían que a sus pies se agolpaban descamisados
que nada sabían del tema y empezaron a dictar para el campo. Como decía una de
mis mejores amigas en el programa: “Llegaron asesores tan estratificados que lo
único que conocían de campo, era el Central Park de Nueva York” y era verdad. Desde
entonces seguimos con la misma fe, esperando que este bello programa sea una
política pública y no lo clamamos por nosotros, al fin y al cabo, seguimos
siendo docentes; lo decimos por esos niños y niñas de la otra Colombia, la de
las zonas rurales o marginales. Seres que entre montes, a orillas de ríos, en
barriadas, sin futuro; volverán al ostracismo. O quizás venga otro escenario,
el de la corrupción y entonces lo que sembramos lo recojan otros más
espabilados. Entes privados o universidades privadas y les paguen a ellos por
hacer lo que nosotros ya sabemos hacer y sembramos. Son las paradojas que da la vida después de cinco
años, otros recogerán la cosecha y volverá lo mediático. Por eso el PTA debe
ser una política pública.
He pensado con fuerza, en la comodidad de mi apartamento, en la maestra
Amparo Uchima, de Riosucio-Caldas. Ella desdeñó un pasaje a San Andrés, que le
otorgaban como premio por ser la mejor maestra, al solicitar que si se lo
cambiaban por un caballo, para llegar a su vereda para enseñar a sus niños. Ella,
jamás tuvo su caballo, pero se dio el lujo de no ir a San Andrés, aunque no lo
conocía. Entonces pienso que si pido una política de estado para el PTA; también estoy pidiendo un caballo…
Coda. Debo confesar que sentí
envidia de la buena, en la celebración, al saber que estando desde el principio
en este programa, no podía ser compensado mi trabajo entrando a un concurso
para ir a una celebración, me rehusé a participar, igual vibré y admiró a los que estuvieron
allá; ¡es mi gente, mi familia!
Indiscutible, no hay otra salida...el PTA es la pista para aterrizar la ilusión y espigar saberes. Por nuestros niños y niñas este programa debe hacer parte de la política pública de nuestro país. ¡Yo también pido un caballo!
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