Por John Sajje
En el segundo intermedio de la obra de Schubert Mailer
sobre San Antonio donde se expresa la parte negativa de la vida, se cuenta
la divertida historia de su sermón. En ella, el clérigo prepara un
sermón único, pero su iglesia está vacía; entonces se acerca a un lago y allí,
empieza a decir lo que ha preparado. Son su auditorio la trucha, el cangrejo,
el atún, el salmón, todos los peces y animales que hay en el agua. Cuando lo termina,
se va el salmón igual con su propio aire altivo, se va la tortuga igual de
lenta, el cangrejo paso entre paso y la moraleja es que este predicador jamás se sintió tan
bien escuchado y los animales jamás escucharon tan bellas palabras; pero
siguieron iguales que antes. Había sido predicar en líquido. Poco a poco las
palabras se diluyeron.
Con fiereza taladra en mi mente, aquel bello lema “hay
que formar gente honrada, que sea honrada aún si pierde la fe”
Hemos peleado tanto entre la adversidad y las desigualdades
que perdimos hasta la dignidad de ser objetivos. Nuestro sueño se ha trucado. Deambulando
entre la incapacidad e indiferencia nos hemos vuelto obcecados, al tratar de
legitimar la verdad formal por encima de la verdad real. Legitimar la mentira
como única opción de vida, es una meta.
Ser colombiano se convirtió en un
estado de ánimo. En una emoción que altera la atención, incrementa ciertas conductas y genera respuestas que riñen con el orgullo. Ser colombiano se
ha convertido en un estado emocional que
nos determina en la forma como percibimos
el mundo. Nuestra sociedad está enferma. Nuestras emociones están ocurriendo en
el contexto de la polarización. Perdimos el norte de los principios y
valores. Nuestra impotencia nos lleva a
señalar en el otro la consecuencia de la ira, el enojo, la irritación, el odio
y el resentimiento; elementos con los cuales tratamos de identificar y resolver
nuestras situaciones conflictivas.
De ese estado emocional se aprovechan
algunos. Esos que buscando para sí, lanzan un ataque a la sociedad, fingiendo su
defensa, al elaborar e interpretar
información que desvirtúa nuestra razón de ser como nación. Podemos ser
un país, pero no somos una nación. Podemos ser familia, pero no hermanos. Y en
el mejor de los casos, podemos ser hermanos, pero como Caín y Abel.
Sí. Las emociones nos simbolizan. Somos un laberinto de pasiones
irracionales. Somos un cúmulo de seres que seguimos una opinión, y porque
tenemos a la opinión pública, resignamos la nuestra. Ya ni siquiera nos damos
el lujo de pensar lo que sentimos. Ahora repetimos lo que los medios nos dicen
que debemos decir y sentir. Fácil hacer ídolos de barro. Burlarnos del
viejo…Tratar de "guevón" al joven.
Vapulear a la mujer, satanizar a los
demás, o reírnos de la institucionalidad. ¡Somos Pilatos! ¡somos una caricatura!
Es un estado social alterado por la mentira disfrazada, es Caperucita
despreciando su abuelita porque es defensora de los animales. Son conductas y comportamientos de ojos grandes y colmillos
grandes. No son para ver mejor, son para sospechar más. Para hincar el diente,
para afilar la garra, para jugar al San Jorge doblegando al dragón. La
contundencia con la cual retuiteamos la ofensa, es directamente proporcional a
la impotencia de crear ambientes pacíficos, proactivos, o libres de cizaña. Hoy
por hoy medimos la vida por bostezos, por la burla o la grandilocuencia del
chisme. Somos censores de la vida diaria y burladores de desgracias. Da lo
mismo irrespetar que respirar. Porque el sarcasmo y la utilidad de poner
nuestras habilidades y destrezas al servicio de la maledicencia y el golpe
bajo, son sinónimo de liderazgo. Nuestra conducta es desafiante. Nuestra coraza
agresiva.
La Colombia plural es un eslogan. No somos una nación
en nuestra pena y en nuestra grandeza. No somos esa Colombia plural, tampoco
somos lo que fingimos ser. Somos vengativos, dicharacheros, triunfalistas e
inmediatos. Por nosotros habla el miedo.
Ni siquiera pensamos en el valor personal que implica, como necesidad,
enfrentarse a uno mismo. El desahogo es ampararnos en la sombra para fingir la
luz.
¡Pero llegó la hora de un basta! De reaccionar y poner a prueba nuestra estabilidad emocional, nuestra inteligencia emocional, que no es otra cosa
que la utilización de los aprendizajes que nos permiten superar y aprovechar
obstáculos en la vida misma.
Lo sucedido con la selección en su camino al mundial
amerita una reflexión. El balompié convoca, aglutina, se hace misional y opción
formativa en una sociedad que viene de las muchas guerras. De una sociedad que
a fuerza de dolor le ha tocado sortearlas, sin que sean declaradas. El objetivo se ha cumplido. Se ha cumplido
con sangre, sudor y lágrimas; pero no con trampas o artimañas. Lo logramos
frente a otros guerreros que también se prepararon para luchar por su país, por
su camiseta. Hombres aguerridos y aficiones potentes. Varios partidos después,
entendimos que empatar con Venezuela no había sido un fracaso, sino el trámite
normal de un once contra once. A lo Salomé pidieron cabezas y recordaron
bajezas. Se renovó un equipo. Se hizo la transición al futuro y no valió. Chile
pagó el precio de estancarse en el
tiempo. Tenemos nuevos ídolos y jóvenes gladiadores. Hubo apocalípticos, seres
que creen detentar la verdad y no tienen más estandarte que la tristeza. Toda
una selección lapidada salió en Lima a intentar, aún contra su afición, demostrar
que estamos enfermos. Quisiera que Colombia fuera campeón el mundo, pero no me
sorprende que otro lo sea. Al fin y al cabo todos se preparan para serlo. Si no
lo somos, igual entonaré ese himno con la razón de mi heredad.¡ Y gritaré cada
gol con el alma! o cada opción con ese ¡Uff! Si perdemos entenderé que era una
opción y agradeceré porque me dieron la oportunidad de emocionarme. Me importan las alegrías que me da James, me avergüenza que se mofen de su tartamudez.
Alguna vez Nica tea repetía un estribillo que decía:
Todas sabrán seguro algún día
Algún día seguramente todos sabrán
Ay que al final, ay que al final sí se podía
¡Se podía! Rescatar nuestra dignidad
Y pensarán, era verdad lo que luchamos tanto!
Algún día seguramente todos sabrán
Ay que al final, ay que al final sí se podía
¡Se podía! Rescatar nuestra dignidad
Y pensarán, era verdad lo que luchamos tanto!
A propósito ¿Caerá esta predica en líquido… Qué tipo
de colombiana/o es usted?
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