domingo, 8 de octubre de 2017

UN MUNDO SIN SOMBRAS...



Quiero crear un lugar, al cual, por supuesto, quiero buscarle un nombre- Un  lugar especial para la soberbia- Un lugar sin sombra.
Y contrario a lo que se piensa, en ese lugar existirá una opción para la alegría. Pienso que en ese terreno debe existir un aquí para reconocer con orgullo el fallar.
Serán paradigmas, el fiscal que pierde el juicio del inocente que acusaba. El maestro que se equivoca con el niño que será un gran ciudadano. El ingeniero que reconoce la importancia de haber borrado ese centímetro que le sobraba a su cálculo. El médico que erró el diagnóstico. El hombre que detuvo su mano en lo alto para vengar aquella infidelidad. El sacerdote que salió de su confesionario para ver aquel hombre impedido que había creado un milagro al arrodillarse ante él-
Todos habían valorado mal su razón de ser. Un lugar donde el equivocarse sea orgullo.
Porque creamos un mundo ideal que debe marcar los ritmos de la perfección. Un mundo donde sonroja equivocarse y es necesario esconder el sonrojo. Miedo a fallar. El temor a fracasar. Porque la libertad, la ciudadanía, la creación, la familia, la fe o la vida no pueden ser permeadas por la soberbia, la altanería, la altivez, la arrogancia o la vanidad.
Un lugar que puede ser visitado, por todos aquellos que sufrieron un día del síndrome del profesional que mira a los demás por encima del hombro. Esos que se fundan en el orgullo y temen al fracaso producto de una conducta inadecuada.
La misma opción del que compra un funeral para no usarlo o un seguro de vida para no querer cobrarlo. Un lugar donde haga catarsis lo distante y despreciativo propio de la soberbia.
Un lugar donde se pueda a contar a los médicos, por ejemplo, algo de la medicina nativa.
Y se cuente que para los indios, las hierbas hablan, tienen sexo y curan. Son las plantitas, ayudadas por la palabra humana, las que arrancan la enfermedad del cuerpo, revelan misterios, enderezan destinos y provocan el amor o el olvido.  Ellos que solo con eso lograron exorcizar durante siglos las enfermedades y confiaron en la magia de las oraciones, los conjuros y los talismanes más que en los jarabes, las purgas y las sangrías. Esos chamanes que no jugaban  al modelo o el orgullo de ser Médico y que acumulaban en sus narigueras los olores a humanidad.
Una canción de Antonio Flores termina:

Si pudiera olvidar 
Aquel llanto que oí 
Si pudiera lograr 
Apartarlo de mí 
No dudaría 
No dudaría en volver a reír.

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