sábado, 30 de diciembre de 2017

FALTAN CINCO PARA LAS DOCE


Por: John Sajje


En diciembre de 1945 un emigrante ruso - Eugene Rabinowitz – que participó del Proyecto Manhattan en Chicago publicó por primera vez el Bulletin of the Atomics Scientists of Chicago.  Su idea era que el mundo comprendiese los beneficios de la ciencia en general y de la energía atómica en particular, del peligro que entrañaba. Se convirtió luego en una revista de tirada nacional. (Se puede encontrar en más de 15.000 universidades e instituciones del mundo).

El “Reloj del Juicio Final” apareció en la portada de junio de 1947, diseñada por Martyl Langsdorf, esposa de Alexander Langsdor, uno de los físicos que también había trabajado en el Proyecto Manhattan. Cubriendo toda la portada aparecía el último cuarto de un reloj que indicaba que solo quedaban siete minutos para la medianoche. La intención de Martyl era dejar un espacio para los futuros movimientos de la manecilla que estaban por venir dependiendo del contexto histórico y los avances en armamento nuclear. Hoy en día, para el avance o el retroceso de las manecillas se tienen en cuenta los peligros que representan las armas nucleares y otras de destrucción masiva, el cambio climático, las enfermedades y las tecnologías emergentes.


En 1949, hubo evidencias de las explosiones atómicas de la URSS y los científicos adelantaron el reloj, quedaban tres minutos para medianoche.
El 31 de octubre de 1952 los estadounidenses detonaron la primera bomba termo nuclear: “Ivy Mike”, las manecillas indicaban que quedaban dos minutos para medianoche.

En 1963 se firmó el Tratado de la Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares ante la presencia de misiles soviéticos en la isla de Cuba, la tensión se había rebajado y se reflejaba en el reloj: doce minutos para medianoche.

En 1989 caía el muro de Berlín, fue el final de la Guerra Fría. Nunca hemos vuelto a respirar tan tranquilos como entonces… diecisiete minutos para medianoche.

11 de septiembre de 2001. Alrededor de 2.800 personas mueren en el atentado de las torres gemelas y en 2003 estalló la guerra de Iraq, el reloj se paró en los siete minutos para medianoche.

En 2007 el cambio climático y los intentos de Irán y Corea por convertirse en potencias nucleares hacen que el reloj marque los cinco minutos para medianoche.

En 2015  se avanzó hasta los tres minutos para la medianoche por el escaso control de las acciones del hombre sobre la naturaleza, el calentamiento global y la inversión en dispositivos nucleares de países como Pakistán o Israel.

2017, el Reloj del Juicio Final se había adelantado treinta segundos debido, entre otros factores, al resurgimiento de los nacionalismos, al escepticismo de Donald Trump hacia el cambio climático y a sus comentarios sobre la proliferación de armas nucleares. Ahora mismo, la hora marcada es 23:57:30. Únicamente quedarían dos minutos y medio para el Apocalipsis.

Imagen tomada de la Web.


El paso del tiempo es implacable. La memoria viva hace que muchas cosas se volatilicen en el olvido, hasta convertir 365 días en meros recuerdos; esos que suelen contarnos mentiras como bien cantara Serrat: “Se amoldan al viento, amañan la historia; se tiñen de gloria, se bañan en lodo, se endulzan, se amargan a nuestro acomodo, según nos convenga; porque antes que nada y a pesar de todo hay que sobrevivir”.

Uno aspira que el 2018 sea un año tan justo como audaz,  en la fe que ha dado sentido a nuestras vidas, es decir, uno quisiera convivir con aquel ser que sepa jugar y jugarse la vida a la carta de la libertad y el amor. A veces vivo, como Oscar Wilde: “en el terror de dejar de ser incomprendido”. Quizás porque soy demasiado emocional para estar vivo.

El anhelo nace en una Colombia cada vez más descreída y polarizada, como  una sociedad de fe devaluada, irreverentemente violenta que no se apena de mantener un conflicto abierto y sangrante por el miedo visceral al perdón o los vientos del aquelarre politiquero en la tempestad de la guerra.



Me atrevo a pensar en esas emociones atrapadas en este 2017:
El abandono del campo. El engaño de los políticos. El desamparo a las mujeres. La pérdida de valores. La ansiedad de vivir en paz. La  desesperación por ser felices. El asco por la trampa. El nerviosismo de los pudientes. La preocupación de las ONG. El llanto de los hijos abandonados. El desánimo de los desempleados. El  rechazo a los corruptos. La tristeza de los desplazados. El pesar por los habitantes de calle. La ira de ver a los malos salirse con la suya. La amargura de los malnutridos. La culpa de nuestra indiferencia. El odio a los humanistas. El resentimiento de los más pobres. La culpa de los funcionarios corruptos. El terror del narcotráfico. El horror de los violentos. El fastidio por quienes se aprovechan de su condición de minorías.  El conflicto con nosotros mismos. La desesperanza de ser cada día más pobres los pobres. La inseguridad de nuestros actos. El pánico por saber la verdad. La soberbia de quienes abusan del poder. La pena de los secuestrados. Los celos de los compañeros de trabajo. El dolor de los menores reclutados. La autolesión de la mentira. El fracaso de la justicia. La impunidad de la violencia intrafamiliar. La  nostalgia de la familia comiendo unida. La lujuria de la tele. El desconsuelo de no estar bien informado. El  desprecio por la vida. La vulnerabilidad de los extorsionados. La vergüenza de perder la fe. La poca credibilidad institucional. La  indignidad de no saber ser ciudadano. Eso aminora mi reloj biológico, pero mantengo la fe.

Aun así, he sentido la valentía hecha ejemplo  de una mujer- amiga- formadora, que ve impotente disminuir el ánimo y la fuerza de su madre,  ante los embates de la quimio. He visto a Carolina regresar y levantarse de las cenizas de otro cáncer. He palpado la mano extendida de mi amigo-hermano Víctor Jaime. He vibrado con la voz trémula-cálida de un sacerdote de posturas humanistas. He sentido el amor pincelando el horizonte de color violeta. Me he resistido a morir arrodillado, con la certeza de quien sabe que el  PTA es una alternativa para los niños de Colombia y merece ser política de estado. Me he contagiado de la sabiduría alegre de los niños de mis escuelas y el placer misional de mis maestros de primaria. He vivido hasta exprimir a mi familia en el zumo del orgullo.  He escanciado la sed de la amistad con mis amigas de La Charca y abrevado en las albricias de la recién nacida Mariana. He encontrado en Nicolás Molina la audacia de un rector del siglo XXI y en David esa fuerza limpia de ejercer el derecho. He chateado con quienes más quiero y admiro. Juro que he llorado, reído y maldecido. Incluso elevado una oración al supremo arquitecto del universo. Con ellos, todos, he vivenciado que si la indiferencia se nos ha llevado la juventud, el odio no se nos puede llevar la adultez.

¡Feliz Año! Valor en el nuevo. Aspiro que hoy sean como Juno. Miren adelante y atrás. 

Sé que cada año le queda menos tiempo a mi reloj biológico y por eso no estoy seguro que edad tengo. Pues lo que uno tiene, es de lo que puede disponer y muy seguramente me he gastado ya bastantes. De algo estoy seguro, como la oveja, y es que los que tengo, serán usados en pos de la paz, el amor y la libertad.




A propósito ¿Cree, aún, saber qué edad tiene?


lunes, 18 de diciembre de 2017

UN FRAUDE A LA CONFIANZA SOCIAL

Por John Sajje



Si algo defienden los  estadounidenses es el honor. Si ese honor está asociado a lo militar tiene una doble connotación, razón para que sea una afrenta a la gloria americana recordar a  James Wilkinson, el peor general de la historia de Estados Unidos. “El personaje más despreciable” en toda la historia americana, según Theodore Roosevelt.

El personajillo tuvo la osadía, durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, de conspirar contra Washington y más tarde trató de crear un país independiente con algunos estados. Se libró delatando a sus compinches.

Siendo general en el ejército, espió para España en contra de su país. Su nombre en clave era Agente 13 y  llegó a jurar lealtad al rey español. En una época se encargó de la intendencia en el ejército de Estados Unidos y algunas auditorías posteriores indicaron que empleó el cargo para desviar fondos a sus bolsillos.

No era un gran estratega en el campo de batalla. Durante la invasión de Canadá en 1812, su tropa, formada por cuatro mil hombres, fue derrotada por menos de doscientos soldados canadienses. Por lo tanto, era malo dentro y fuera del campo de batalla, pero su capacidad para la intriga, las cloacas y la corrupción le permitió subir rangos y mantener su posición dentro del ejército como general. Sufrió juicios marciales, investigaciones del congreso y comisiones de investigación, pero salió airoso siempre. 


El filósofo italiano Antonio Francesco Gramsci  explicaba que la corrupción es una forma de gobierno y que como toda forma de gobierno, también se basa en integrar al subalterno. Con su poder, teje una red de intereses de arriba a abajo, donde el cacique no aparece como un ladrón, sino como un benefactor.  Ello denota la maldad y la perfidia de los dirigentes, que no solo minan la confianza en su gestión, sino que la siguen lastrando, apareciendo como regeneradores morales de la patria y por ende bloqueando la posibilidad de la aparición de cualquier fuerza alternativa.

En los últimos cuatro años, los corruptos se han alzado con 13 billones de pesos. El expolio de la riqueza social a favor de la fracción más alta de la élite, está generada por los diversos estamentos que obrando desde la sociedad civil  se hacen sibilinos cómplices. La corrupción es tan aberrante, que la invisibilidad del delito se instala de tal manera en nuestro sentido común, que forma parte de nosotros, termina justificado y casi como un resorte permanente, se convierte en el paisaje bucólico de nuestras impotencias.

Es una verdad de a puño: para que la democracia sea legítima, necesariamente necesita de la participación política, que es la posibilidad que tienen los ciudadanos de incidir en el curso de los acontecimientos políticos. Existe una camada de testaferros que burlan, desprecian y ofenden. Lo más grave es que sus ventrílocuos, reciben el respaldo de la nación para que se garanticen, al menos,  los cinco elementos fundamentales de la democracia:


  1. Canales de acceso a las principales posiciones del Estado, el ejercicio del poder estatal y el proceso de toma de decisiones públicas.
  2. El monopolio del uso efectivo y legítimo de la fuerza; la capacidad para impartir justicia de modo efectivo y definitivo; normar las conductas de los individuos y organizaciones; procurarse los medios necesarios para el cumplimiento de sus fines, y ejecutar las políticas decididas.  
  3. Independencia de los poderes y un sistema legal que es democrático en tres sentidos: protege las libertades políticas y las garantías de la democracia política, protege los derechos civiles del conjunto de la población y establece redes de responsabilidad y rendición de cuentas.
  4. Las relaciones  poder, entre el Estado y los ciudadanos, los ciudadanos entre sí y entre el Estado, las organizaciones y los ciudadanos, enmarcadas en el ejercicio de los derechos políticos, civiles y sociales.
  5. Las reglas y condiciones de competencia que buscan asegurar una elección libre entre candidatos y programas de gobierno.  Ellos determinan el rango efectivo de opciones que posee el ciudadano para elegir.


Pero esos políticos simulan  buscar la  condena, para garantizar  la impunidad. ¿Por qué condecorar un médico, un militar o un abogado, con argumentos de ayuda a garantizar la vida, honra y libertad de los ciudadanos, si eso está dentro de la deontología de sus profesiones? Ahí radica la acentuada debilidad de la democracia. Eso nos dice que se está privatizando la política, potenciando cada vez más, con mayor fuerza y con menores precauciones, el que la gestión de la vida común no la realicen, ni siquiera los políticos –por muy insatisfactoriamente que sean elegidos– sino agentes cada vez más directos de los grandes poderes económicos y mediáticos. La disminución del papel de los legislativos, los lobbies empresariales, las puertas giratorias, son aspectos bien conocidos. Son los banqueros y empresarios de primera línea y sus correspondientes técnicos, quienes no solo orientan la política económica, sino la corrupción. La elección del Fiscal como personaje del año en Colombia, pone de manifiesto el poder en cuerpo ajeno de Sarmiento Ángulo y su casa: El Tiempo, como detentadores de la opinión pública. Muchos se rascan las vestiduras con Odebrecht, Reficar. Telecom etc. Pero se les olvida la Chec, Isagen, Orbitel. La carretera veredal. La bienestarina. El restaurante de los niños. Los uniformes deportivos. Los semáforos. El juez que tuerce un  derecho de justicia. El cura que lanza panegíricos para agachar- más- la cerviz del pobre. El reparcheo. El contrato con interventorías de bolsillo. El periodista que vende humo por “la cuña”  y el puesto de la amante en la administración pública. En Colombia se han abierto 1.200 procesos penales, disciplinarios y de juicio fiscal en los que están involucrados congresistas, banqueros, empresarios, sindicalistas, periodistas, ex ministros y altos funcionarios del Estado.


La corrupción es el humo blanco. La democracia, débil, imperfecta e insuficiente como es, tiene en su monopolio ese “habemus corruptus”  y pervive asfixiada por los poderes económicos en aras de una muy hipotética eficacia que, además, favorece los intereses más poderosos y deteriora la situación de los pobladores. La dimensión de los desfalcos a la banca estatal es del monto de los 7,2 billones de pesos en los últimos 10 años. En vano organizaciones y defensores de la moral, el medio ambiente y la institucionalidad  intentan operar en una sociedad civil colonizada en el plano cultural y que, como explicaba Franz Fannon, el colonialismo es algo que el colonizado lleva en su interior.


La corrupción campea en los estertores de la banalización y criminalización de todos los servicios públicos. En la pérdida de renta y riqueza, tanto monetaria, como en especie. Los elevados índices de desigualdad y pobreza, la cacofonía de una corrupción política rampante. El inmenso robo que en vez demandar una fuerte respuesta ciudadana y de sus representantes, como una verdadera rebelión, ante las próximas elecciones; solo inclina la cabeza esperando la puya del político envuelto en hojas de tamal. Ese desgreño administrativo le cuesta al país, diariamente, 900 millones de pesos.

Genera risa, ver a los políticos buscando firmas para cortar la corrupción o haciendo firmar a funcionarios un estatuto contra la corrupción. Ese no es el camino. La vía es obrar como ciudadanos en toda su concepción. Con rotundidad ética. Con identidad nacional. La infección ya es irreversible, no se drena con firmas, sino con ética. Porque la corrupción es el retrovirus más peligroso, que adopta formas tan confusas, como las políticas.

 La cultura de la impunidad, se manifiesta en su carga  “comunista” hacia quien les investiga. Cada día se cierra más la puerta. Se privatiza la realidad y nos mantenemos relativamente contentos, viendo futbol y musicales, relajándonos en compañía o incluso simulando indignación cuando vemos a  Venezuela morir de pie y los más corruptos nos gritan: ¡Ojo con el “castrochavismo”!


A propósito ¿le ha invitado algún Wilkinsoniano político a que le preste su nombre para integrar alguna la veeduría ciudadana?

domingo, 10 de diciembre de 2017

ODIO, CRISPACIÓN Y MIEDO


Por John Sajje

 

No eran tres, fueron muchos sacerdotes, de generación  en generación, incluso los identificaron como los tres hijos de Noé. Beda el venerable les dio color a los tres. Petrus de Natilibus les dio la edad (60,40 y 20 años)  Orígenes le dio atributos a los regalos. Tertuliano les dio el título de reyes magos. Y no fue una estrella de Belén, fue el cometa Halley, que pasó en  el año 1306 y por el cual el pintor florentino Giotto di Bondone lo incorpora al imaginario que guió a los inmortales viajeros.
Pero pensemos en tres. Tres reyes magos llegaron ante el portal de Belén a ofrendar ante el Dios humanado la esencia de tres razones de existencia: Divinidad, realeza y humanidad. En definitiva iban en busca de la vida, para honrarla.

Baltasar entregó el preciado oro a Jesús ya que éste era considerado el ‘Rey de Reyes’ y ese presente era el que estaba destinado para los monarcas
Gaspar obsequió al Mesías con incienso, pues se trataba del hijo de Dios y a las divinidades se les rendía culto en los altares quemando incienso.
Melchor ofreció la mirra por que Jesús era hombre y como tal moriría joven, siendo necesaria esa resina para que su madre (María) pudiese ungir el cuerpo sin vida cuando llegase el momento del deceso.

Si hoy llegaran a mi patria, pienso que no perderían el rumbo y seguirían haciendo una  ofrenda a la vida, con admiración. En sus alforjas no habría, odio, crispación o miedo.

Sabrían que hoy se descarta el conocimiento, el análisis y la crítica del pasado inmediato, cuando se apeló a la indignación para arrancar mezquinamente una opción de vida sobre la muerte.

Sabrían que lo que antes era con indignación ahora es con miedo. El fin el mismo, el discurso diferente. ¡Triste destino el de un pueblo que no tiene injerencia para decidir sobre sí mismo y debe apelar a lo que diga un solo hombre para no convertirse en fruto prohibido!

Eso desnuda con crudeza nuestra esencia y valor de república banana. Eso dice de nuestro poder de servidumbre y del poder dictatorial de los más pudientes, sobre los que sin criterio, pero con voto, ayudan a enturbiar la democracia.

La antorcha de la verdad se apaga con babas y la memoria es un ritual de sangre y violencia. Los dueños de la opinión trascienden de las conciencias individuales a lo público y hacen héroe a un sátrapa como POPEYE, quien abusando de su poder maligno, campea en marchas “democráticas” con beneplácito y sin sonrojo de quienes se siente adalides de la vida y el orden, amén de dueños de las fuerzas armadas.

No lo digo yo, pero es un deber democrático otorgar legitimidad a todas las víctimas (de todos los bandos), arroparlas de identidad, para que las lecciones de su historia formen parte de la Historia; pero sin aprovecharse electoralmente de su memoria, sin convertirlas en cliché, cerrando el duelo y aprendiendo la lección sobre su propia memoria al honrarlas con dignidad.

A futuro ningún colombiano debe nacer sobre el vacío, todos somos razones de una nación con un  devenir histórico de violencia y de amor. Que si un día decidimos decir racionalmente “Nunca más”, bien vale seguir reflexionando en torno a la justicia, la igualdad, la libertad y la violencia desde su propia razón histórica. Nadie puede negar que ese pasado fuera nuestro. Que fuimos cómplices en el no hacer, porque fuimos indiferentes ante el dolor que azotó al campo. Porque ese pasado de destrucción no nos tocó a todos por igual. Pero era ¡solidariamente nuestro! Y bien vale decir con otros: la relación con el pasado, la aproximación crítica a él y los deseos de participar activamente en la asunción y construcción del “nunca más” es lo que nos convierte en ciudadanos, frente a los argumentos del olvido, las conciencias dormidas y las satisfacciones banales de quienes aúpan la violencia, el odio y  la crispación, con aires de “reyes magos” y con discursos de miedo; como presentes para unir en la urnas al que diga alguien...

Es navidad y muchos envían frases bellas, videos de crecimiento personal e incluso reenvían odio y memes grotescos sin darse cuenta del mal que hacen. Cuando se les pregunta ¿qué tan demócratas son? afirman ser los más ecuánimes y serenos ciudadanos. ¿Qué es entonces la conciencia de ciudadanía en tiempos de desconcierto? ¿Seremos capaces de proscribir, sin tregua, los insensatos y criminales argumentos de los responsables de la defenestración de la paz; de quienes aboguen por la violencia y no acepten el perdón? ¡La paz no es las FARC!

El ritmo de esa milonga la imponen quienes tienen el rasero de la desigualdad como principio. Quienes ya no solo se arrogan los derechos, sino también los derechos sobre la vida y la muerte. Quienes se sienten con el poder de refrendar quién es o no es víctima. Quienes miden los valores de las víctimas de la violencia, no solo la de ahora, sino todas las violencias desde la memoria de nuestra historia, al punto de querer borrar la memoria de las masacres. ¡Quienes juegan a ser Edgar J Hoover!
No seremos la Nación más educada al 2025 por saberlo todo. Podemos serlo por saber interpretar las muchas o pocas cosas que no sabemos.  Lo importante no es tanto conocer la verdad o evitar que nos mientan. Lo importante es que todos tengamos la duda por certeza. Solo así seremos libre pensadores y recuperaremos nuestro derecho de opinión.

Tres “reyes magos”  llegaron ante el portal de la memoria para ofrendar ante un pueblo diezmado la esencia de tres razones de existencia: odio, crispación y miedo
El Presidente entregó el preciado oro  ya que éste era considerado ‘Hucha de la corrupción’ y ese presente era el que estaba destinado para los oligarcas criollos y las transnacionales.
El Innombrable se obsequió como Mesías con incienso, pues se trataba de “el ungido” y a él como divinidad debe rendírsele culto en los altares quemando incienso.
Las víctimas  ofrecieron la mirra porque “el pueblo era de humanos” y como tal moriría joven, siendo necesaria esa resina para que su madre (La democracia) pudiese ungir el cuerpo sin vida cuando llegase el momento del no futuro.

A propósito: ¿Es usted de los segregacionistas que sigue diciendo que Melchor es el rey mago negro y lleva el regalo más chichipato?