miércoles, 29 de noviembre de 2017

LAS LÍNEAS ROJAS DEL MISERABILISMO




Por John Sajje



Según la superstición popular, da buena suerte recibir el impacto, normalmente en la cabeza o en los hombros, de los desechos intestinales de una paloma. La explicación está en la elección del Papa Fabián en el año 236. Tras la muerte del Papa Antero, martirizado por el emperador Maximino Tracio, la comunidad cristiana se reunió para la elección de su sucesor con no pocas posturas enfrentadas y sin un claro candidato. Fabián, un campesino que regresaba de sus labores en el campo, al ver aquel gentío se acercó a curiosear. En aquel momento, una paloma surgió de la nada y se hizo encima de Fabián. Todos contemplaron aquel fenómeno -pues es un fenómeno que con la de gente que había enfrascada en la elección, fuese a caerle a uno que nada tenía que ver- y lo interpretaron como una señal del Espíritu Santo. La “intervención divina” había elegido al nuevo Papa. Como Fabián era laico, allí mismo lo ordenaron sacerdote, obispo y Papa.

No sé quién o qué fue más nefasto para la educación si ¿Gina Parody o Más Familias en Acción?

Gina como Más Familias en Acción son producto de: La corrupción, la decadente clase política, el bipartidismo de mil colores, la ausencia de mecanismos de transparencia y control eficaz de los poderes públicos, la falta de marcos de democracia participativa, el poder de mercados y grandes empresas en la toma de decisiones políticas, la inexistencia de pluralismo informativo, los privilegios de las clases hegemónicas  representadas en partidos perversos. Un poder judicial extremadamente acomodaticio a las élites, el deterioro de los servicios públicos en manos privadas,  la consolidación de un Estado cada vez más centralista y el estrangulamiento de lo público en aras del saqueo social.

Dirán que tocar Más Familias en Acción es una línea roja que nadie se debe atrever a cuestionar. Es tocar las ventajas que dan tres billones de pesos de presupuesto. Dirán que soy injusto con los 4,6 millones de colombianos que dice haber sacado el Departamento de la Prosperidad Social de la pobreza. Que puede que al 2025, se haya logrado  erradicar la pobreza extrema que afecta a 3,7 millones de personas, en un país que tiene 13 millones de colombianos en situación de pobreza. Todo eso es posible en la matemática tecnócrata cuando de justificar pobres se trata. Pero en materia educativa, existen muchas mentiras,  de esa sí sabemos, porque la sufrimos.

La educación ante Más Familias en Acción es como el niño del Tambor de hojalata, de Günter Grass,  que mira desde debajo de la mesa y decide no seguir creciendo.  Y lo hace porque nadie quiere visibilizar la auténtica realidad y reconocer a las comunidades educativas, como verdaderamente son, en las reales condiciones de existencia del vil programa. Porque frente a Más Familias en Acción, la educación es una anti heroína desnuda, despojada de dignidad, que se remueve en sus propios escombros para encontrar su esencia social ante la fragilidad de un sistema politizado, sostenido corrompidamente por burócratas que poco o nada saben de las regiones y comunidades paquidérmicas que dan bostezo detrás de un salario; sin empoderamiento. Porque Más Familias en Acción no es dignificación sino miserabilismo mondo y lirondo.

No obstante, el principal lastre de este tipo de programa es el asistencialismo. Quien haya sufrido Más Familias en Acción sabe que estos estudiantes y sus padres han sido un dolor de cabeza para las instituciones. Que solo van, cuando aparecen, por un certificado que justifique un valor. Que disparó los embarazos adolescentes con niños que quedan en manos de abuelas, lo que en territorios vulnerables llaman: “Niños huérfanos de padres vivos” y que como estrategia son más las problemáticas que generan, que los indicadores de porcentaje de deserción o las coberturas universales que intenta alcanzar.

El programa no busca la dignificación del sistema, sino un apoyo a la canasta familiar, mediante la entrega de subsidios en educación condicionados a la asistencia regular al colegio. Motivación gregaria  bajo el eslogan de: erradicación de la pobreza y la reducción de las desigualdades. Pero no existe un verdadero monitoreo a la población beneficiada por el programa, de ser así y en una integralidad, se entendería cuánto problema generan detrás de un certificado, que es lo único que interesa para recibir un subsidio.

Y lo más grave es que detrás de este sistema perverso es que van politiqueramente algunos municipios buscando certificarse, cuando no tienen industria, ni participaciones fuertes.


Ese programa es tan perverso que uno de sus tentáculos mutó hacia ser pilo paga. O mejor,  las manos de Gina Parody, supieron gestionar los intereses de la minoría social a costa de la mayoría y lo mediatizó para convertirlo en moneda de cambio de una estratificación social, perversa; para cambiar el orden social y sostener a las universidades privadas (modelo Milton Friedman y Arnold Harberger)  donde los pilos son mimados para no perder la gallinita de los huevos de oro. (Tan perverso como las tutelas en salud).

Ella solita nos convirtió en gozosos consumidores de humo. Gina fue la elegida para instalar un ideario social que recuperara la visión individualista de la vida, perdida como consecuencia de sistemas educativos socialmente inclusivos y con enfoques epistemológicos abiertos, que ponían por delante al grupo o la sociedad, frente ese individualismo que facilita la mercantilización de todo, incluida la vida humana o el reconocimiento identitario. Un pilo debe obtener un puntaje superior a  348 en la prueba Saber con registro Sisbén, clasificado con menos de 57,21 puntos si vive en las 14 principales ciudades del país, 56,31 si está en los demás centros urbanos, o menos de 40,75 puntos si es habitante de zonas rurales

Lo grave es que el programa Ser Pilo Paga tendrá un presupuesto para  el 2018 de $860 mil millones, dinero que podría ayudar a superar la crisis de las Universidades Públicas. Los estudiantes denuncian que con estos recursos se podría contribuir en la disminución del déficit que asciende a más  1 billón de pesos. Eso significa que de los dos billones de pesos adicionales del presupuesto nacional para la educación superior en Colombia para el año 2018, sólo $100.000 millones están destinados para las universidades públicas. eso es tan desalentador, como que un programa como Todos a Aprender (PTA), que llega a los lugares más recónditos de nuestra geografía, visibilizando prácticas docentes, con capacitación in situ a los maestros y material adecuado para los niños; agonice bajo las garras de la burocracia y la mediatización privatizadora del ser pilo paga,

A propósito ¿Piensa usted que la principal “intervención divina” que tuvo el Presidente Santos, con la educación, fue ungir como Ministra a Gina?


lunes, 20 de noviembre de 2017

LA LEY DEL TAMAL



Por John Sajje



Para los cristianos, la cruz de madera en la que fue crucificado Cristo posee un especial poder mágico. Tocar la madera de la cruz era antaño un símbolo de protección frente a todo tipo de males. Pero la historia viene de antes. El roble ha sido considerado un árbol sagrado por muchas culturas. Existía en la antigüedad,  la creencia que en él moraba el genio del fuego y la vitalidad, y tocarlo concedía éxito a sus devotos. Este, un árbol apetecido por los rayos durante las tormentas hizo pensar a los antiguos que canalizaba las fuerzas y energías naturales y llevó a generar la costumbre del “toco madera”. Superstición que, si usted no lo sabe, incluye una condición y es que la madera que se toca no puede tener patas (nada de mesas o sillas) y la madera debe tener su base en la misma tierra.
Cada cuatro años escucho la misma milonga en torno a los políticos. Cada cuatro años riadas de tamales, mercados y cuanto estómago soporta un proceso electoral termina en caravana de la victoria y en adormecimiento de directorios. ¡Tras los vende humo!

Y es que la democracia  es una ilusión, más que un cambalache. Los representantes no representan a los representados, los usufructúan. La abstención es una afrenta de indiferencia al derecho al voto. El monopolio de los medios de comunicación es el contubernio de “los cacaos” a la opinión pública. El clientelismo y la corrupción  estatal es una responsabilidad de electores. La falta de transparencia en los actos públicos, es igual al fango del Guavio, Foncolpuertos, la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE), Interbolsa, Carrusel de la contratación en Bogotá, Orbitel; Saludcoop,  Fidupetrol, Reficar u Odebrecht.


El sistema electoral desde que “el que escruta gana”, la convierte en un medio de contención y administración de la corrupción. La participación ciudadana es un mendrugo que cae de la mesa. La política es una empresa. El diálogo es un monopolio de titulares. El voto un derecho sin  dolientes, porque hasta el elector abusa de ese derecho al canjearlo por el tamal.

¡Es lo que tenemos! Debemos aceptar que un tamal es carente de cualquier racionalidad cuando no existe empleo. Que los falsos positivos resultaron necesarios para encontrar a los objetivos, en aras de la siniestra racionalidad del poder omnímodo. Los partidos se hicieron sectas, para ejercer la política homicida del programa de los “Chicago boys”. Amenazas veladas y advertencias sobre “enemigos Castrochavistas” es un  programa para aterrorizar la democracia. El miedo es la implementación de los fantasmas y las tensiones de la Guerra como fuerza disciplinante.

Cuando empezamos a sentir que es necesario ampliar un conjunto de actores políticos y sociales, y falta un proyecto social y económico que movilice a las clases populares; entendemos por qué el fundamento de la democracia es el supremo respeto por la dignidad humana.


Pero, usted oirá sobre cómo se denuncia con vehemencia sin dar soluciones para ser el ¡Dr. NO! Jamás se sonrojará cuando alguien con ojos desorbitados pida que se divida un departamento en blancos e indígenas. Elogiará el cómo debemos regresar a la guerra con aire mesiánico. Repetirá hasta el cansancio “quien no está conmigo, está contra mí” y  es un  terrorista. Celebrará cualquier coscorrón como una travesura de  niño mimado en una visita de la mamá. Sentirá que la economía crece a través de la precarización del empleo estatal o la venta de Orbitel.  Lanzará ¡vivas! al doble discurso que combina mensajes “liberales” y “progresistas” con amenazas veladas y advertencias sobre “enemigos” e “imprudencias”, como herramientas electorales. Verá narcos blanqueados y terroristas amansados. Se sorprenderá si le hacen “Chivo Los tamales” Y asistirá a exabruptos como gastar 40 mil millones de pesos en 747.521 votos, simplemente porque dos patricios del partido liberal no tuvieron la grandeza de ponerse de acuerdo para que uno de los dos fuera candidato a la presidencia de Colombia.

Pero no todo es dolor. Lo mejor es que nos costó 40 mil millones conocer un proceso sin tamal y sin mercados. ¿Se colige, entonces,  que la baja participación es producto de la desafección política? No, más bien no sabemos aquello dónde reside la soberanía popular e incluso somos tan sublimemente ilusos que gustamos de buscar en los políticos, los chivos expiatorios de nuestros males electorales. Cuando ellos son los que se apoltronan con los votos (mayoritarios) de millones que gustan comer tamal el día de las elecciones; de los miles (pero no suficientes) que son votos de opinión  que saben que pierden con su candidato, pero aun así se arriesgan a ganar. ¿Qué decir de los doblemente ilusos del voto en blanco o de los que anulan su voto? Como si a los políticos les importara esa estadística. ¡No! ellos son felices elegidos por minorías. Eso se parece al animalista que condena un perrito a vivir en 60 metros cuadrados de cemento o usa zapatos de cuero.

Próximamente, irritados, humillados, ninguneados, indignados y menospreciados e incluso sin sonrojo alguno, acudiremos, sin falta, por nuestro  tamal. Porque el tamal conserva los principios de transparencia, economía y responsabilidad que contemplan la Constitución y el Estatuto Contractual y si es de tres carnes mejor.



A propósito. ¿Usted es de los que se tamalea fácil, o toca madera?

martes, 14 de noviembre de 2017

LA CULTURA DE LA HUMILLACIÓN



Por John Sajje



El politólogo francés Dominique Moïsi – hijo de un superviviente de Auschwitz – publicó en el año 2009 un libro titulado: “La geopolítica de las emociones: cómo las culturas del miedo, la humillación y la esperanza están redefiniendo el mundo”
Este experto en relaciones internacionales divide el mundo en tres grandes áreas emocionales. En cada área prevalece una emoción: si Europa y Estados Unidos están dominadas por el miedo (al terrorismo, a una nueva crisis económica, etc.), los países del Lejano Oriente, dada su alta tasa de crecimiento, viven aferrados a la esperanza, mientras que en todo Oriente Medio el sentimiento dominante es el de la humillación.

Moïsi dice que el sentimiento de la humillación es tan poderoso y está tan firmemente arraigado – tanto a nivel individual como colectivo– en los países de Oriente Medio, que bastaría por sí solo para explicar el fenómeno del terrorismo yihadista. El francés afirma que sin lo que él ha bautizado como la cultura de la humillación, es imposible explicarse cómo un imán fundamentalista puede comerle el coco a un joven británico musulmán con estudios, para que ponga una bomba en el metro de Londres y asesine a decenas de conciudadanos.

He leído con detenimiento un comunicado que al parecer ha enviado la barra de Holocausto Norte a la afición del Once Caldas. Digo al parecer porque con esto de las redes sociales no se sabe cuánto hay de verdad en la mentira o cuánta mentira encierra una verdad. Porque es de un irónico paroxismo, el gol politiquero que intentan hacer.
Me sorprende de cabo a rabo lo allí consignado y he pensado en la frase de Nietzsche: “No que me hayas mentido. Que no pueda creerte me aterra”. Porque es ingenuidad o  reduccionismo extremo, que la crisis del equipo radica en un director deportivo.
Dicen que cuando una situación comienza a verse como evitable, solucionable, se hace verdaderamente imposible de soportar.

¡Qué tal que decidiéramos dividir  el estadio en tres grandes áreas emocionales ¡
Si  vieran la cara de espanto de muchos aficionados. En la primera tribuna, los hinchas que les domina el miedo de usar libremente una camiseta. Los que para ingresar al estadio deben sortear jóvenes descamisados o encapuchados que intimidan por una moneda para comprar la boleta. Y estiran la mano con amenaza. Verdaderas barreras humanas con un comportamiento esencialmente contrario a la convivencia del fútbol. Con posiciones totalmente adversas al ejercicio de los Derechos Humanos y valores éticos, poniendo en peligro la seguridad y azuzando a la violencia bajo los efectos alucinógenos de un porro. Esos que no van a un encuentro balompédico sino a la guerra. Es claro que quien siembra humillación y desprecio es responsable de la cosecha de la animadversión y el odio. Así se volvió el fútbol. Ya vemos a que ha conducido la sustitución de los valores deportivos por la violencia; los valores éticos por los mercantiles; la cooperación por el señalamiento. Ese es el miedo de quienes no ven barras, sino bandolas ansiosas de desahogar dolor de marginalidad.


 En la segunda, aquellos que piensan que aún es posible dar un golpe de timón de gran envergadura, con el apoyo de una inmensa cantidad de aficionados que desean contribuir a general horizontes menos sombríos y son capaces de abrirle la espita a una bomba de tiempo llamada barra brava. Esos que siempre se enorgullecieron del juego limpio, honesto y sin  ambages,  de un equipo albo hasta la medula. El del “viejo” Cuezzo, “el Petiso”, Rueda, “Paco”, “Chalo” o el “Pipa” para mencionar solo unos. Hablo de los esperanzados, de los que no pierden la fe, a pesar de que las nuevas generaciones vivan el fútbol bajo los efectos propios del no futuro o la desesperanza. Ellos viven la esperanza con la misma crística paganía de quienes se acercaban  al lote de Francisco Botero y María Mejía de Botero a ver jugar verdadero fútbol.

Y en la otra tribuna los humillados. Esos que parquean cerca a la cancha de la universidad atestada de jibaros y cuevas de humo. ¡Los humillados! Esos que desde la tribuna miran hacia el norte y solo ven columnas de humo espeso que inundan de olor nauseabundo el estadio.  Hooligans tercermundistas con olor a musgo, que juegan en su tribuna enchukysados y sin camisa, que saltan todo el tiempo y cantan con rabia el coro: ¡Hijueputa, Hijueputa, Hijueputa! Digno de un Grammy latino al mejor reggaetón, mientras le dan con furia a un tambor o a un bombo, que para la humillación da lo mismo, para amedrentar rivales y “amadrementar” a jueces.

Pero esta cultura de la humillación nos ha vuelto indiferentes y la indiferencia equivale a complicidad. Inertes, nos ha alejado de los estadios. Nos ha hecho renunciar a una camiseta para llevar el equipo en el alma. Ha hecho del fútbol, un deporte vandálico con su “kamasutra de tribunero” Sinónimo de desesperanza y actor de desconsuelo.
Todos –miedosos, esperanzados y humillados- ante el espanto y la prevención, sin importar el resultado debemos salir del estadio antes de tiempo. Para evitar caer en la batalla campal del final. 
Es verdad que en la sociedad actual y muy especialmente en los momentos de crisis y desesperanza que vivimos, no es fácil reflexionar acerca de los problemas que afectan a nuestra vida diaria y que, en muchos casos, condicionan nuestro futuro.

Puede que el señor Paniagua sea un inepto. No le conozco, pero sabiendo del recato y la decencia de quienes se sienten hinchas furibundos -Si sé quiénes minaron la confianza en su gestión y que sigue lastrándola al punto de  alejar a los aficionados del estadio- creo que  el tipo es un simple ratón oliendo a queso.


A propósito ¿usted en qué tribuna del estadio ubica su emoción cuando va a fútbol? ¡Perdón, si es que va!

Ver comunicado Holocausto Norte:



miércoles, 8 de noviembre de 2017

La "Diosa del Amor y la Guerra"

Por John Sajje




En 1972 la activista política y feminista Gloria Steinem, autora de "After Black Power, Women's Liberation", escribió que la Mujer Maravilla (Wonder Woman) simbolizaba muchos de los valores que las feministas estaban intentando introducir en la cultura popular: la fuerza y la auto-confianza de las mujeres en ellas mismas; las nociones de apoyo mutuo y hermandad; la paz y la promoción de valores humanos, y la denuncia de las agresiones masculinas y de la violencia como única forma de resolver los conflictos. La serie fue creada para DC Comics en 1941 por el psicólogo   William Moulton Marston, convencido de la superioridad del género femenino.

Así nació la princesa Diana de Themyscira, hija de Hippolyta. Al mezclarse con la sociedad fuera de su tierra natal, adopta su identidad civil Diana Prince. Al personaje también se lo conoce con epítetos como el "Increíble Amazonas", el "Espíritu de la verdad" y la "Diosa del Amor y la Guerra".

Naciones Unidas la nombró a la súper heroína embajadora honorífica para promover la igualdad de género y la lucha contra la violencia machista. Ban Ki-moon avergonzado con 45.000 firmas de queja, anuló el título y la mujer maravilla fue derrotada. Duró dos meses en el cargo.


Pero, Hollywood sigue siendo mágico. ¡Ahora inventó el acoso! No porque Disney haya producido la serie infantil ‘Andi Mack’, que trata el tema de la homosexualidad. Tampoco por la  influencia del personaje que encarnó Judy Garland en El mago de Oz, donde era ya evidente que los colores de la bandera que representa el movimiento hacen una clara alusión a la canción Over the rainbow, que la actriz entonase en la mítica película.

Todo se debe al caso Harvey Weinstein, el famoso productor de Shakespeare in Love (Shakespeare enamorado)  acusado de violar, agredir, molestar y hostigar sexualmente a más de un centenar de mujeres a lo largo de tres décadas. Al abrirse la caja de Pandora  por el mundo se desperdigó el #MeToo (#Yo también) un hashtag con el cual se auto reivindican millares de mujeres que a lo largo y ancho del planeta solo han sentido el pie masculino.

Pero, ¡oh, sorpresa! apareció el caso Kevin Spacey, donde el actor Anthony Rapp le acusara de un caso de acoso sexual en 1986, cuando ambos tenían 14 y 26 años, respectivamente. Con ello nos dimos cuenta que esto, no es exclusividad de las mujeres, sino que el acoso sexual es una situación de posición dominante.  Que la violencia de género es eso, de género, no solo de mujeres. 
30 años cometiendo toda clase de tropelías para que algunos de esos abusos  prescriban en el tiempo y no tengan poder vinculante. Los mismos 30 años que se demoró Kevin para mirarse en el espejo y reconocerse homosexual.

Lo más triste es que el mundo estaba más expectante de si la plataforma Netflix rompía cualquier lazo con Kevin Spacey (Frank Underwood)  y por ende se acababa “House of Cards" debido al escándalo sexual o la serie seguía. Por fortuna eso no quedó en  la anécdota de “para pegarte en la cara marica” sino que la plataforma decidió romper cualquier lazo con Kevin Spacey y subrayó que no seguirá adelante con la serie "House of Cards" mientras esta siga incluyendo al actor. Le retiran el EMY y Scotlan Yard lo investiga por un abuso de 2008.

Y Hollywood dijo hágase el acoso y el mundo empezó a  hablar del tema, lo visibilizó, nos mostró la cara. Nos la pintó. La hipocresía se sonrió de frente. Nuestro rango de indiferencia subió. Y pensar que a diario muchachas del servicio son  asaltadas sexualmente por “El señor” o el  despertar sexual del “señorito”. Que a diario chicas en almacenes sufren ese tipo de acoso para ganarse un  trabajo. Que a diario en los colegios se acosa por una nota. Que a  diario en las altas esferas se pide y da sexo por obtener un empleo. Que a diario en la televisión se trafica con sexo a través de realities para obtener un  papel, para que la gente vote por el más obsceno. Que a diario el cliente le soba “la nalguita” a la camarera para poder dejarle la propina. Que a diario se vive en la empresa el “tocamiento” para ascender. Que a diario en cuanto reinado y pasarela existe, desfila el acoso y campea el lenguaje Fashion. En todas esos eventos angustiantes y más, a diario se  aprovecha  la posición del poder y la fuerza y se hace dominante sobre el dolor de los más humildes. ¡Oh! y los escaladores sociales, porque no falta quien use sus dotes para escalar sin  recato y pudor.

A propósito, ¿piensa que eso de la Mujer Maravilla fue una “maricada” que se inventó Naciones Unidas para dar contentillo a las mujeres?

miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL REY PAPARRUCHA

Por John Sajje

Un brasier es quizás la prenda con  mayor simbolismo de lo femenino. El 7 de septiembre de 1968, durante un concurso de belleza en Atlantic City, 400 manifestantes lideradas por el grupo Mujeres Radicales de Nueva York, interrumpieron el evento. Comparaban  esto con una exposición vacuna, donde se calificaba y puntuaba a las mujeres como reses. Coronaron como Miss a una oveja y tiraron a un cubo de basura los zapatos de tacón, los utensilios de peluquería y, por supuesto, también los sujetadores que usaban las concursantes para vestirse y desfilar para mostrar su belleza.

Lindsy Van Gelder, una periodista del Washington Post, escribió sobre “la Papelera de la libertad” y habló de la quema de brasieres, algo que en realidad no llegó a producirse; los bomberos y la policía lo impidieron. Ella lo explicaba claramente y contaba la verdad, pero usó una analogía con la quema de documentaciones por la Guerra de Vietnam. El titular hablaba de quema-sujetadores y la idea caló. Pegó tan hondo que creó una historia falsa que aún hoy, se mantiene como cierta.

La posverdad, definida por fuera de la RAE como: las aseveraciones que dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las emociones, creencias o deseos del público, en el 2016 fue distinguida con el título honorífico de "palabra del año" por el diccionario inglés de Oxford y es la favorita en Colombia para inundar las redes sociales, ante todo por aquellos que saben revivir el relato de Edgar J Hoover en su eslogan de miedo: "mano dura".

Jugar con el miedo ante la incertidumbre es el pilar del desprecio de quienes juegan con la dignidad de los ciudadanos para hacer política patriotera. Para ello recurren al bulo, a la noticia falsa, lo que los ingleses llaman: “Hoax”, los americanos: “The Fake News” y los colombianos: “chismes”. Porque no existe nada más precario que la verdad, o más fácil que criticar sin hacer.

Las inyecciones de Diclofenaco que se enquistan. Operarios nadando en tanques de gaseosa.  1.800.000 pesos de salario a todos los guerrilleros, que no pagarían ni un día de cárcel. Timochenko el “ungido” próximo presidente. El regalo de las vacunas contra el cáncer. El whatsapp en colores. El sostenimiento de los guerrilleros con la plata de las pensiones. El proyecto de ley de Roy Barreras. Utilizar el llanto de un soldado americano y pasarlo por colombiano, para exacerbar el ánimo de las tropas o poner al ciudadano de a pie en la frontera del rencor.

Decir que Uribe fue el autor de la Ley 100. Vender odio diciendo que: Santos va a sentar en primera fila a Timochenko en el desfile militar de 20 de julio… Inventar nombres para denostar de un periodista como violador de niños sin sonrojo. Incitar a los empresarios a irse y llevarse la inversión. Aseverar que la tragedia de Mocoa fue producto de la dinamita de las FARC, o inundar de noticias los hogares con la doble moral, de promover el no dejar entrar a los guerrilleros al congreso, gracias a los mismos que dejaron hablar en el mismo recinto a los jefes paramilitares. Los supuestos análisis de Diana Uribe,  Juan Gossaín o el papa Francisco. Las fotos de violadores difundidas por mujeres despechadas o los desnudos de jóvenes primerizas, por novios encabronados.

¿Cómo se vence al miedo? ¿Cómo se vence la semántica de la mentira? Es posible que la respuesta esté en las aulas, pero los maestros no se comprometen a decir la verdad, por temor a ser sesgados con partidismos de izquierda. Está en los medios, pero los periodistas no se comprometen a decir la verdad, porque la sesga la pauta y la  connivencia con el poder de derecha. Es posible que esté en el tendero, pero la adultera cuando gusta de  echarle piedrecillas al fríjol para que pese más. La tiene el mecánico, pero se descompone cuando pone un repuesto viejo en el auto del “marrano”. La tiene el policía, pero la detiene cuando se deja seducir por la “mordida”. La tiene la prostituta pero su vergüenza la vence cuando “atraca” al cliente y le hace pasar un mal “Rato”. La tiene el publicista cuando maquilla la realidad y termina vendiendo una mentira. La tiene el sacerdote pero sus panegíricos de pobreza no comulgan con la absolución del "pudiente”. La tiene el presidente porque lo elegimos para ser la “sal” que un  Mesías sacó de Sodoma y Gomorra. La tiene el abogado, pero abusa de la libertad y la viste de charlatana para hacer la mejor defensa de la corbata. “La tiene la promoción que no se cambia” porque por algo es más barata. La tiene la mamá que le dice a la niña “diga que no estoy”, para catalogarla como “más mentirosa que un brasier”. La tiene “la vuelta” que no es una rotación, sino que la hace un giro de dinero negro. La culpa no es de la vaca, sino de quien la convierte en agua para hacerla pasar por leche en las escuelas.

La culpa es de todos, pero todos nos señalamos entre sí, mientras otros salen airosos para Miami a disfrutar de como la conviertieron en hurto famélico. Sí, la culpa de  la mentira como verdad es de todos, porque multiplicamos  información sin verificar. Porque confundimos información con opinión. Vamos en aguas contradictorias buscando a quien culpar para sacarnos esta angustia e impotencia de no tener nada y creerlo todo, menos la verdad. Se vale estar indignados.

A veces la mentira entre más ordinaria y exagerada, más se cree. A propósito, ¿qué piensas del refrán: más ordinario que brasier con mangas?